Year Of No Light – Vampyr (2013)

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El grupo francés Year Of No Light ha publicado este año dos álbumes: Vampyr, del cual vamos a hablar aquí, y Tocsin, cuya reseña podeis leer en este enlace . Con estos dos trabajos de nivel sobresaliente se han colocado como una de las bandas que más ha brillado este año —sino la que más— y se han impuesto un listón quizás demasiado alto para su próximo lanzamiento.

Del cine al escenario

Inspirados por la película Vampyr – Der Traum des Allan Grey (1932) de Carl Theodor Dreyer, Year Of No Light compusieron una serie de temas que comenzaron a tocar en 2010 en una gira por Europa que acabó en febrero de 2012 en Bordeaux, donde grabaron en directo el álbum que nos ocupa. Con un sonido alejado de la faceta agresiva y enérgica de sus trabajos anteriores, Vampyr se mueve entre el ambient y el post-rock más suave, primando siempre la idea de mantener una atmósfera opresiva y misteriosa acorde con el argumento de la película. Citando al propio grupo: «All of our souls and bodies should be dedicated into giving life to a sonic reverberation of Dreyer’s obsession for beauty, death, love, vengeance, sin, forgiveness, evil, redemption and faith», el resultado es uno de los discos más evocadores que he escuchado jamás.

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Máxima expresividad con lo mínimo

Las explosiones sonoras y el sludge de su debut Nord o la muralla shoegaze y el post rock intenso de Ausserwelt son sustituídos por pacientes progresiones, gracias las cuales Vampyr consigue una tensión firme y permanente. Piano, platillos, suaves notas de guitarra, todo ello forma un tejido sonoro de sentimientos aparentemente contenidos, pero que desprende una fuerza constante y que en momentos clave se permite algún golpe de efecto en forma de riffs o un drone más denso. El álbum presenta abundancia de pasajes ambientales, como los tres primeros cortes, que funcionan como inmersión en la atmósfera neblinosa que impregna todo, ya sea en forma de teclados etéreos o como un ligero fondo drone.

http://www.youtube.com/watch?v=MtZ2ruv92ak

En los nueve minutos de Ombres se condensan todas las ideas que abarca la obra, un repetitivo y simple leifmotiv de guitarra que va creciendo progresivamente acompañado por el tribal ritmo de batería, y sobre el que se van retorciendo todos los elementos atmosféricos. La repetición de pasajes comunes o altamente similares engrandecen aun más la solidez y la sensación de estar oyendo una sola pieza (la división en temas es anecdótica) que persigue un mismo fin. Solo en los últimos minutos el grupo se deja llevar, permitiéndose acelerar hacia el épico final que rompe el encantamiento y que cierra este disco único. Un trabajo que en su aparente sencillez alcanza una complejidad emocional que lo convierte en el álbum que más me ha sorprendido este año.