Con marcada personalidad propia aunque lejos del adjetivo innovador, 40 Below Summer fueron una de las bandas más relevantes de la segunda generación numetalera. Este año, y dentro de una esta especie de revival chandalero que estamos viviendo, editaban Fire At Zero Gravity, su regreso siete años después de su separación, y de su póstumo disco (si es que podemos calificar así a un álbum de demos poco cocinadas) The Last Dance.
Refrescados por metal moderno y con un barniz de metal clásico
A pesar de este salto temporal, afortunadamente 40 Below Summer no han recurrido a un estilo que lleva cogiendo polvo en el cajón unos diez años, y sabiamente ha sabido adaptar los matices y las dinámicas de su música, para hacerlas más coherentes con las corrientes del metal contemporáneo. Fire At Zero Gravity es posiblemente el disco más duro del grupo, tanto por los registros agresivos de su cantante Max Illidge como por los riffs de guitarra, a los que cuales se les han imprimido una buena dosis de leads adicionales a cargo de Jordan Plingos, el cual, como queriendo redimir su pasado ante la ortodoxia del metal, aporta incluso solos y otros barnices del metal más clásico.
Potencia sin control
El disco tiene un inicio prometedor, durísimo y bastante centrado. Antes del ecuador, destaca el tema Eternal, el cual parece querer invocar un mensaje sentimentalista con un estribillo más accesible y pegadizo que contrasta con temas de una agresividad más burda y sin dirección como My Name Is Vengeance. Aunque ha sido interesante que el grupo intentara mejorar las texturas con las guitarras acompañantes, finalmente han sido ineficaces para evitar la proliferación de temas tan mudos en sentimientos como Earthquake.
El declive pasado el ecuador
A partir de su ecuador el disco se hace cuesta arriba. Los riffs se hacen monótonos y repetitivos, y temas como Predator o Daywalker se hacen bastante aburridos y grises. Solo Little Miss Happines con sus aires punk y su estribillo pegadizo, o Human Gamma Bomb, con sus bestiales breakdowns y un uso más variado en los registros agresivos de Illidge consiguen sacarnos del gris al que nos somete Fire At Zero Gravity en su segunda parte.
A pesar de contar con acertadas canciones, lamentablemente el disco queda lastrado por el comentado material autocomplaciente, básicamente relleno que podría haberse filtrado para dejar finalmente un disco escueto de unos diez temas pero mucho más consistente.