Que Mr. Bungle ha sido un proyecto de alquimia sonora irreverente, visionaria e irrepetible es un hecho a todas luces pero, como cualquier otra propuesta pionera en la formulación de nuevas etiquetas musicales tiene el derecho (y la obligación) de convertirse en la piedra basal de otros que más tarde llegarán. Así, y aunque se hayan cumplido más de 24 años de su debut producido por John Zorn, encontrar una banda que retome el legado de Mike Patton y cía con un nivel de calidad signficativo, continúa siendo un suceso raro y relevante.
La cura contra el aburrimiento viene de Francia
6:33 es el suceso que aquí nos atañe, una banda francesa que publica ahora su tercer álbum de estudio, Deadly Scenes. Amantes de los sonidos de bandas como Dog Fashion Disco encontraréis aquí casi una hora de diversión asegurada compuesta por mil estilos diversos, desde el góspel que abre el disco al math-metal, pasando por los desvaríos circenses, el swing, el lounge, el country, el jazz, el progresivo o el gótico sinfónico, solo por citar algunos de los guiños estilísticos. Si este crisol puede parecer aparentemente bizarro o inescrutable, os llevaréis una sorpresa. Todo el disco se ve conducido por un enfoque más pop que metalero, como si unos Diablo Swing Orchestra intentasen crear una ópera-pop a lo Devin Townsend. No obstante, también tenemos temas como Black Widow, Lazy Boy o I’m A Nerd —ésta va directa al top de las canciones más divertidas del año, como si un parrandero Andrew WK jugase a ser SiKth — bien provistos de guitarrazos y fusas.
Por otro lado, aunque el nivel de azúcar en algunas melodías puede delatar el claro intento por introducirse en ámbitos más allá del underground, todo queda justificado por la diversión exorbitada.
Recreación no es innovación, pero lo bien hecho hay que valorarlo
Si bien hay que advertir que no nos encontramos ante ninguna propuesta con ideas propias —ni se me ocurriría calificar esto hoy en día como avant-garde—, es más que patente que el disco está compuesto por músicos con una técnica sobresaliente, creado desde el respeto y el amor a todos los géneros musicales contenidos y, especialmente, con buenas ideas. Las paradas y arranques, el paso a través de una miríada de estados ánimo encontrados, desde la felicidad a la oscuridad, las pegadizas melodías (muy bien las femeninas, las masculinas son un claro homenaje a Patton), los deliciosos cambios de tempo y el engranaje entre partes teóricamente imposibles dan a este álbum el valor del buen orfebre. Una pieza artística transversal para oyentes abiertos dispuestos a dejarse llevar en esta montaña rusa de sonidos.