El nuevo álbum de los franceses Alcest era uno de los lanzamientos más esperados de la «escena post», y además, para cierto sector del público, motivo de recelo. La información que teníamos anunciaba un casi seguro abandono del sonido black, presente hasta ahora en mayor o menor medida en los tres discos, y no solo eso, si no que el grupo destacaba sus pretensiones de acercarse al dreampop de los años 80 y su intención de lograr un resultado más cercano a una banda sonora.
El mar como refugio e inspiración
En efecto, el disco ofrece un sonido optimista que se distancia del tono triste de sus trabajos precedentes y que según la banda esta inspirado por el mar, que representa su concepto de refugio y ese lugar seguro en el cual escapar de la realidad y reunirse con uno mismo. Como si de unos Anathema pasados por un filtro shoegaze se tratasen, estos nuevos Alcest bañados en luz cambian su sonido oscuro con tintes de black metal por un post rock/shoegaze mucho más nítido. Desde Away y Opale vemos que ahora voces amables se apoyan sobre guitarras que han sustituido la rabia del black metal por una épica más acogedora.
Sin innovar pero sabiendo elegir referentes
Más adelante parecen venir a la cabeza otras influencias, como la del sonido etéreo de Sigur Rós, lo cual no es raro al estar Shelter a cargo de Birgir Jón Birgisson, productor del grupo islandés, o al estar Amiina a cargo de la sección de cuerda del disco, que hacen un magnifico trabajo realzando temas como Away —atención a la brutal colaboración de vocalista Neil Halstead de Slowdive— o La nuit Marce Avec Moi. El resultado no es su mejor disco, no arriesga y no destaca como su debut, pero es un trabajo muy sólido y precioso que da un giro que a posteriori me ha convencido y que da color a la genial discografía del grupo.