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Anamanaguchi – Endless Fantasy (2013)

No se si pude considerarse Anamanaguchi un guilty pleasure. Al menos su estilo musical, el chiptune —o cómo hibridar el sonido 8bits de las videoconsolas de los 90 con la música tradicional— no es visto con buenos ojos por aquellos con gustos más ortodoxos. Discusiones de gusto aparte, es innegable que Anamanaguchi han sido, hasta la fecha, el puntal de un género con inmejorables discos como Dawn Metropolis o Power Supply, llegando a alcanzar mayores cotas de popularidad con una fresquísima banda sonora para la película de Scott Pilgrim. Con esto, los nortemaericanos se vinieron arriba y como ya hablamos Endless Fantasy iba a resultar su proyecto más ambicioso, al menos en cuanto al apartado extramusical, y para ello el grupo solicitó ayuda económica vía Kickstarter. El caso es que el grupo lo consiguió sin problemas y en apenas 3 días cubrieron su objetivo de recaudación, por lo que el éxito mediático estaba asegurado. Ahora solo hacía falta que ver si la calidad del disco estaba a la altura.

¡Subidón, subidón!

Lo primero que salta a la vista que la electrónica parece estar más presente que nunca. El primer tema podría convertirse en un cruce entre Crystal Castles con j-pop inspirado en videojuegos noventeros, mientras que Japan Air incide en estas sensaciones insertando aniñadas voces femeninas sobre una base zapatillesca. Otra de las derivaciones electrónicas llega incluso a acariciar sutilmente el dubstep —no teman—, como ocurre en el tema Bosozoku. Esta tendencia resulta de lo más fresco, pero el problema es que no siempre triunfa, ya que otra de estas cantaditas, Prom Night, queda como un tema algo chabacano aderezado con sonidos piritifláuticos.

Por otro lado, Anamanaguchi saben volver a su senda más tradicional, intercalándonos melodías y polifonías que desprenden más epicidad que Mario escalando las neblinosas torres del castillo de Kupa, ahí tenemos Echobo, y sobre todo el jitazo de Plastel Flags. Pepinazos como Everything Explodes y SPF 420 siguen también en esta tendencia, pero el peligro de esta gran dosis de buenrollismo es que a veces la sonrisa queda algo forzada (Akira) y Anamanaguchi son incapaces de variar el tono emocional de su música sin hacer que te preguntes ¿estáis pochos?

¿Apto para diabéticos?

No cabe duda que Endless Fantasy ha disminuido en buena parte los niveles de adrenalina de anteriores trabajos. Planet baja las revoluciones a un punto que podríamos entrever algunas similitudes a unos Daft Punk más añejos —que casualidad ahora que los mil medios de actualidad musical no dejan de dar bombo a su último disco—. Snow Angels buscan el tono más ñoño de la balada anime y In The Basement retoman un enfoque más pop. La pregunta es ¿significa ello que Anamanaguchi se ha aplatanado? Os respondo: Relativamente, es decir, un poco, pero no al nivel que los diabéticos se puedan permitir. Además que los temas cañeros compensan bien las partes más relajadas. Así, temas como John Huges o (T-T)b espabilan gustosamente, rebajando la glucemia y dando más cancha a las guitarras.

Rico, pero con protector de estómago

No cabe duda de que Anamanaguchi se han adentrado en nuevos terrenos tan atrevidos como su propuesta original. Además de la incursión en la electrónica, nuevos recursos hacen gala en el plano de la producción, como samples para crear loops (ya sean las voces de Viridian Genesis o los maullidos gatunos de Meow, otros de los temas destacados) al tiempo que es patente una claro acercamiento a lo que podríamos llamar «música inspirada en chibis y mangas shonen», pero sin perder de vista su chiptune de siempre. De hecho el disco incluye algún tema antiguo lanzado anteriormente como single, como el resultón Space Wax America.

Con Endless Fantasy el horterismo se convierte en un elemento necesario y satisfactorio. Que nadie con algún ansia por aparentar hombría hunfreyweinesca se piense que podrá mantenerla escuchando este disco en público. Es por ello que los que no tenemos sentido de la vergüenza sabemos disfrutarlo, ya que es el disco perfecto para sudarlo en la pista de baile. El problema es que es quizás el disco más largo de Anamanaguchi, y el empacho, aunque el azúcar está muy dosificado, está a la vuelta a la esquina.

Nota: 7
7 / 10 stars