El black metal vivió lo que puede considerarse su segunda época dorada durante la segunda mitad de la pasada década. Después de que el polvo y las cenizas levantados por la infame oleada de black metal noruego se aposentasen sin que el género experimentase demasiados cambios, apareció una nueva hornada de grupos que llevaron al black metal a nuevas cotas de variedad, experimentación y profundidad. Pronto se habló de la oleada de black metal depresivo en primer lugar, y poco después llegó el auge del llamado black metal atmosférico del cual fueron pioneros los norteamericanos Weakling y que tomaría fuerza de la mano de nombres como Agalloch y fundamentalmente del grupo que más ha revolucionado el estilo en los últimos diez años, Wolves in the Throne Room. Puede decirse que ellos abrieron el black metal a nuevos públicos (no necesariamente familiarizados con él de antemano) e inspiraron a una miríada de nuevos grupos a cultivar su, en aquel momento, novedoso estilo.
A menudo encuadrados dentro de esta oleada de black metal atmosférico, Ash Borer surgen en 2008 y su carrera ha sido fulgurante desde que comenzó con una demo de producción rudimentaria y que, pasando entre otras cosas por un split con sus compatriotas Fell Voices y su debut en LP el año pasado, culmina hasta la fecha con este Cold of Ages, su segundo larga duración, recientemente editado por el sello canadiense Profound Lore. Y donde sus anteriores trabajos demostraban que iban varios pasos por delante de los demás miembros de su generación, este nuevo album corta lazos, abre una brecha aún más grande y establece a Ash Borer como una nueva fuerza en sí misma dentro del panorama norteamericano de black metal.
Decimos que Cold of Ages corta lazos porque en varios aspectos clave es fundamentalmente diferente a lo que venían haciendo hasta ahora: no sólo han tenido la osadía de poner nombre a su nuevo disco (previamente reinaban los autotitulados y los temas “Untitled”) sino que su sonido ha experimentado una transformación que lo aleja de sus coqueteos con el post-rock del que se han influenciado algunas bandas norteamericanas, y se adentra en territorios más oscuros y tormentosos. Aunque la firma de los riffs, de los que no escatiman en los sesenta y pocos minutos de duración del disco, sigue siendo inconfundible, a lo largo de los cuatro extensos temas apenas encontramos aquellos momentos de belleza y emoción desatada que brillaban con luz propia en su anterior LP; por el contrario tenemos una pieza de black metal frio y desolado con mayores guiños a los maestros noruegos del género, como Emperor o los primeros Enslaved, aquellos del Vikingligr Veldi. De ellos toman el uso de los sintetizadores como contrapunto a la instrumentación tradicional del género, si bien Ash Borer los emplean de una manera sutil añadiendo una sombra al fondo de su música pero nunca acercándose al primer plano para acaparar la atención del oyente. La inclusión de un nuevo miembro en la formación a cargo del bajo también es una novedad, pues este era inexistente en sus anteriores trabajos, y se deja notar de forma prominente pero sin robar protagonismo a las guitarras, que son las que cargan con el peso de las melodías.
Aunque se muestren algo más comedidos que en su anterior LP en cuanto a sonido e influencias, no estamos ni mucho menos ante un disco monótono, pues esta mayor ortodoxia viene acompañada de una gran variedad de tiempos y ambientes. Desde los riffs veloces como el relámpago y el black metal a degüello, a momentos de sabor puramente doom, pasando por pequeños remansos de tranquilidad en forma de interludios ambientales que nos dan un pequeño descanso antes de volver a ser presa de la tormenta, Ash Borer se atreven con casi cualquier registro y lo resuelven de manera magistral, incluso dentro de un mismo tema como es el tercero del disco, Convict All Flesh; en él encontramos una introducción que golpea con un riff lento y pesado que es de pronto puntuado por la aparición de una etérea voz femenina antes de lanzarse a una sección de black metal puro y duro. Sobrepasada la mitad del tema, este desemboca en un lento crescendo que a lo largo de tres minutos va tomando impulso para finalmente estallar de forma catártica en uno de los momentos de más ferocidad del álbum.
La mencionada voz femenina (a cargo de Jessica Way, vocalista de Worm Ouroboros) es empleada de forma muy acertada, apareciendo muy puntualmente en aquellos momentos donde más efectiva resulta, tal como en Convict All Flesh o en los últimos compases del disco, donde por unos instantes da una nota angelical frente a la desgarradísima voz gutural que domina a lo largo de Cold of Ages.
A menudo acusados de surgir a rebufo del éxito de Wolves in the Throne Room y similares, hay bandas dentro de esta reciente oleada de black metal atmosférico que disfrutarán de su momento de relevancia antes de deslizarse de nuevo a la oscuridad y el anonimato, y otras que demostrarán calidad y visión suficientes para ponerse a la altura de sus mentores y mirarles a la cara. En opinión del que suscribe, Cold of Ages encuadra a Ash Borer dentro de este segundo grupo, como un nombre capaz de brillar con luz propia e ideas de sobra para continuar con una carrera brillante que a este paso no puede hacer más que confirmar que estamos ante una de las mejores bandas de black metal de esta década.
Cold of Ages ha sido editado en CD por Profound Lore Records, y próximamente aparecerá en vinilo de la mano de Pesanta Urfolk.