Es un buen momento para presentaros Bruno Bavota, compositor italiano que acaba de editar su segundo trabajo para piano, pues es un disco ideal para relajarse en estas calurosas fechas. El sonido de este napolitano a punto de cumplir 30 años es claramente heredero de algunas de las sencillas y emotivas piezas para piano de las que se valió el minimalismo de los años 80 para atrapar al público. Esto es, artistas de la talla de Wim Mertens, Michael Nyman o el algo más moderno John Cage. En ocasiones denominado neoclasicismo, a veces música clásica contemporánea, la música de Bavota se aleja de la faceta más intelectual del género propuesta por los compositores ya citados para acercarse a una vertiente mucho más moderna, de melodías pop muy sencillas que buscan llegar a la patata desde el primer acorde. Esto es, música más cercana a la de las bandas sonoras que viene grabando Yann Tiersen (cuando deja su faceta más rockera de lado), o la música que su compatriota Ludovico Einaudi lleva proponiendo desde finales de los 80, siendo esta última la similitud más palpable a lo largo de todo el disco.
La casa sulla Luna es breve y conciso: se abre con la bonita Amour, con una de las melodías más pegadizas del disco para transportarnos poco a poco a este paisaje idílico que podría ser un claro bajo la luz de la luna. No obstante, será en Il dito si muove sul vetro appannato donde encontraremos la mejor cara del joven compositor italiano: al piano de Bavota se unen cello y violín para añadir un contraste y una profundidad mayor al tema en la que probablemente sea la joya del disco. Contrasta negativamente que pese a girar constantemente la inspiración para los temas en torno nuestro satélite, se haya elegido un diseño gráfico tan pobre y que capta tan mal la esencia del disco. El resto de temas repetirán esta tónica de melodías melancólicas y suaves, de acordes agradables y sencillos que podrían haber incorporado una mayor variedad pero que pese a ello hacen que este La casa sulla Luna sea ligero y no canse.
Por desgracia, es demasiado patente la falta de ambición de Bavota a la hora de componer: su música no deja de ser un ejercicio de mimetismo, no sé si intencionado o sin premeditar, aún en busca de un sonido más personal. Las similitudes con otros artistas que sí han sabido encontrar su propia personalidad a la hora de componer temas sencillos y directos hace que lo que de primeras parece un buen intento caiga demasiado pronto en el olvido. Le falta la gracia y el poso que otros artistas similares han sabido dejar, como por ejemplo Ólafur Arnalds, que se ha sabido abrir un hueco en la música contemporánea sin tener una propuesta excesivamente compleja. Sin ser un mal disco y dejando un regusto agradable, falta algo de radicalidad a la hora de presentar ideas y melodías. El disco desprende la sensación de moverse en terrenos seguros sin abandonarlos, por lo que si buscas sensaciones nuevas recomiendo pasar a otra cosa.