Catorce se definen en su bandcamp como un trío “tocando música para gente triste” que no tiene “vans, tattoos ni dilataciones”. Son el exponente de un rock sincero, sin vuelta de hoja y con estupendas influencias noventeras que tiene todas los requisitos para encandilarme. Posiblemente, si este grupo se hubieran topado en mi adolescencia podría subir la apuesta a “hacerme sentir completamente identificado”.
Entre la furia juvenil y la melancolía
Estos sevillanos tampoco son para nada una banda novel. Atlas representa el primer LP pero el tercer trabajo a sus espaldas si no contamos su demo inicial, una recopilación de caras b y un directo; y esto también se traslada a su música. Desde los primeros compases de Iconoclasta escuchamos a un grupo con las ideas claras, furioso, que trae a la nariz los olores de la juventud post-grunge de Silverchair, o en el ámbito nacional los arrebatos de los primeros Día de Furia, si bien al final acaba decantándose por una faceta que liga muy bien con la nostalgia y la tristeza de Havalina. El deje de su vocalista Jaime podrá recordar en algunos momentos como El Tiempo del Fuego a Quique de Sou Edipo, si bien sus letras mantienen una lírica metafórica menos críptica y quizás más apegada a la decadente realidad humana de la que somos protagonistas. Su registro casa totalmente con el de Kantz de Tenpel que precisamente colabora en uno de los temas, Nave En Llamas, marcándose uno de los mejores temas del disco.
Necesitamos más discos nacionales así
El punto flojo del disco es que si bien el grupo arranca con gran dinamismo y una buena paleta de colores, acaba retirándose en su ecuador a zonas de querencias, con melodías más inofensivas o ideas más estandarizadas. No obstante, las sensaciones que ganan en la balanza son las positivas. Catorce han firmado un disco en el que se les nota han volcado corazón, sin pretensiones de modas ni vanguardia, pero donde tampoco caben la reiteración de clichés. Ojalá nos encontráramos más a menudo con discos así.