Crystal Castles irrumpieron en la escena alternativa musical como un elefante en una cacharrería sin que nadie los viese a venir. Consiguieron hacerse un hueco en muchos de nuestros corazoncitos gracias a su alocada mezcla de electrónica 8bits, electroclash, noise y voces distorsionadas hasta su casi completa deshumanización. Pero no fue todo tan fácil como parece que desprenden mis palabras: las polémicas que rodearon al grupo, y su propuesta desenfadada hizo que mucha gente pensara que eran un grupo orientado al mundillo hipster, convirtiéndose en una especie de guilty pleasure para muchos.
Como es comprensible, tras un debut tan polémico, Crystal Castles se lo jugaban todo en su segundo disco: no sólo tenían que demostrar que no eran una flor de un día, sino también cerrar la boca a toda la gente que no se los tomó en serio en su debut. Pero vaya si lo consiguieron. Su segundo disco homónimo era infinitamente más maduro que su debut, y aunque heredaba el espíritu rebelde y ruidoso de su debut mostraron que también sabían hacer buenos temas de electrónica sin necesidad de hacerte pulpa la cabeza. La crítica ensalzó con casi total unanimidad su evolución: su simplista propuesta de los inicios se adaptó a un crisol de estilos (shoegaze, electro, nu-rave, dark electro, …) que dio como resultado un estilo personal y casi único. Un logro en los tiempos actuales.
En este contexto aparece (III), tercer disco del dúo canadiense que durante los meses previos a su lanzamiento se ha afirmado en numerosas entrevistas que iba a ser el más oscuro de su carrera y, viendo los resultados, queda claro que Alice y Ethan no mentían. (III) no es ninguna revolución dentro del universo sonoro de Crystal Castles, pero sí que existe una evolución palpable respecto a Crystal Castles II. El sonido del dúo se muestra mucho más contenido, los temas casi nunca derivan en delirios raveros como pasaba en sus anteriores trabajos. Una pátina de oscuridad y pesimismo recubren este (III) y eso se nota tanto en la música como en las letras que resuenan tras la multitud de filtros que esconden la voz de Alice (menos chillona que de costumbre).
The Plague abre el disco con una atmósfera que bebe tanto del trance como de electro gótico, mientras que Kerosene abraza totalmente el electro oscuro con unos sintetizadores que podían haber firmado los Hocico menos bailables. Wrath of God nos lleva a terrenos más familiares para el seguidor de Crystal Castles, con un subidón que nunca termina de romper. Tras tres semejantes bombazos, Affection suena sin vida, y quizás sea uno de los temas menos afortunados del disco. También es que el contraste con el tema que la sigue, Pale Flesh, es grande. La cadencia cansada de la canción conforma una atmósfera triste, agobiante y desesperada en la que encaja a la perfección el tono de la voz de Alice. Sin duda uno de los mejores temas del disco.
Sad Eyes engaña con su comienzo sacado de una rave noventera, y aunque es el tema más movido el disco, su aire decadente hace imposible que pueda ser tomado como festivo. Insulin repite una y otra vez una base sepultada en mil filtros, los mismos que deforman la voz de Alice en algo irreconocible. Transgender nos transporta a mundos menos extraños y más oníricos, mientras que Violent Youth nos despierta (sólo un poco) para volvernos a sumir en las ensoñaciones de Crystal Castles (curioso, un tema que empieza en lo más alto y va bajando a cotas casi ambientales). El disco se precipita a su final con la instrumental Telepath, que tiene cierto aire dark electro sin terminar de romper ni renunciar a la atmósfera de los anteriores temas y que engancha con Mercenary, otro tema que parece arrastrarse con la misma lentitud de Pale Flesh. El disco finalmente cierra con Child I Will Hurt You, una especie de nana tristona que supone un broche coherente con la atmósfera general de (III).
Crystal Castles han dejado su fama de grupo fiestero a un lado y demuestran que en registros más introspectivos su estilo sigue sonando igual de personal. Un disco depresivo y oscuro, fiel reflejo de los tiempos que vivimos, y que seguramente despeje las pocas dudas que quedaban sobre la banda: Crystal Castles van en serio y piensan demostrarlo disco a disco.