En un año no hay tiempo suficiente para dedicarte a corazón abierto a saborear los discos que son editados en su transcurso. Y si a ello le sumamos los injustos olvidos que suponen armar un top con lo mejor de un año, pasaríamos a hablar de auténticas tropelías. Ésto que escribo no es otra cosa que un mea culpa: olvidé dedicarle más escuchas a Henbane.
Entre las virtudes de este disco, destacaría tres. La primera, su producción con un sonido necro ajustado estrictamente a sus necesidades. No es para nada algo excesivo o inescuchable lo que nos traen estos polacos: al contrario, es bastante user friendly para lo que he venido leyendo en diversas reviews y tops del año. Samplers, riffs, batería, bajo y voz se distinguen perfectamente sin abandonar la distorsión y la putrefacción sonora. La segunda, su interpretación vocal tan teatral, deudora de las grandes hazañas de Attila Csihar en proyectos como Mayhem, Tormentor, Gravetemple o incluso SUNN. La tercera: la composición. Durante los diez minutos que suponen cada uno de los cinco cortes, la sucesión de riffs está calculada para nunca dejar de entretener ni aburrir con la repetición. Y dicho sea de paso, creo conveniente remarcar que los riffs buscan más consumar un beat o ritmo pegadizo que abrumar con trémolos + blast beats infinitos. A mí me ha faltado leer en todas las críticas publicadas algo que me ha parecido esencial a la hora de afrontar este disco: lo divertido que es escucharlo. Cuando no adictivo, claro.
Una obra que consigue una atmósfera lúgubre y pesada y que contiene aroma a futuro clásico underground. Extractos de películas de terror vintage, podredumbre sonora, guiños a los noventa y hooks arrolladores. Un compendio sónico de las artes oscuras, como reza su subtítulo. En parte, y sólo en parte, éso es Henbane.