Para un crítico musical, hablar de Bowie es como para un gourmet hincarle el diente al mejor corte de solomillo de ternera de kobe. Si tenemos en cuenta que el objetivo del primero debería ser siempre reinterpretar un mensaje, descodficar una comunicación y ponerla en el conexto de época y del estado del arte, Bowie, como “artista de las mil caras”, ofrece un paraíso de posibilidades. Su ambigüedad y cripticidad permitirían miles de análisis acertados y a la vez, podrían ahogar al mejor crítico en una jungla inescrutable de sinsentidos y caminos en círculo.
¿Quién es en realidad David Bowie?
No es Bowie rompiendo con el pasado, es Bowie volviendo a encontrar un camino distinto dentro de su vasto universo.
En el videoclip de Lazarus, Bowie ofrece una visión simbólica de su vida/arte en este momento. Postrado en una cama de un hospital solitario y oscuro, privado del sentido de la vista, ofrece otro cebo de interpretación que invita a ahorrarnos metáforas. De la enfermedad pasa a la levitación y en un momento posterior vemos al músico en plena efervescencia creativa desbordando de tinta los papeles. La angustia da paso a la creatividad. Quedarnos en lo evidente sería subestimar a Bowie. Lázaro también es el personaje bíblico al que Jesús resucita y al que posteriormente los sacerdotes, directores morales de la sociedad judeica de la época, quieren eliminar: ser especial es peligroso. Habrá quien quiera ver en ello al músico que ha renacido en proceso continuo de metamorfosis durante los años 70 y 80, el que deshojaba máscara tras máscara como quien deshoja una margarita. No se equivocará; Blackstar supone un aporte de valía a su carrera. Si con The Next Day Bowie se mostraba más cómodo y conservador con su herencia pasada, su nuevo trabajo vuelve a romper con cualquier rastro de enfoque pop, fórmulas radiofónicas o conservadurismo vital. No es Bowie rompiendo con el pasado, es Bowie volviendo a encontrar un camino distinto dentro de su vasto universo.
Desde teatro incestuoso hasta la cálida nostalgia: todo se convierte en oro
Si en su anterior trabajo David se valió de su núcleo duro de instrumentistas colaboradores, ahora solo confía en un viejo aliado, el productor Tony Visconti. Su nueva troupe de músicos están liderados por el saxofonista neoyorkino Donny McCaslin, la cual consigue tejer cimientos de base rock aderezados con una refrescante maraña de ritmos y adornos jazzísticos donde el saxo tiene un papel importante pero sin caer en el principal defecto de dicho instrumento, que es el de robar protagonismo. El resultado se presta a la calificación de avant-garde sofisticado y maduro tan representativo del corte inicial, pero aún así no tiene miedo a encontrar hueco a otros invitados. Así por ejemplo tenemos, en vibrante conjunción de estertores saxofonísticos y animada percusión, a una reconversión de una obra teatral del s.XVII de trágica trama incestuosa, ‘Tis Pity She Was A Whore; el ya comentado más conservador y nostálgico Lazarus; o el extrambótico Sue (Or In A Season Of Crime), el único tema reciclado (proveniente de las grabaciones de Nothing Has Changed), condicionado por un desenfrenado ritmo de drum’n’bass que lo convierte en una de las piezas más tormentosas del artista. Este contraste tan arriesgado, estas idas y venidas estilísticas que en ningún momento pierden el saber estar, consiguen evocar la figura de otro maduro referente de la experimentación como Scott Walker, al parecer también admirado por Bowie.
Sincerarse con su propio misticismo
Todavía tendremos a Bowie para jugar con más elementos y seguir sorprendiendo. El misterio de letras que conjugan referencias a La Naranja Mecánica, el slang gay de Londres y una traviesa estructura rítmica marcan Girl Loves Me, mientras que Dollar Days se convierte en una preciosa pieza de pop a medio camino entre la luminosidad y la nocturnidad. Otro ritmo drum’n’bass entronca con el corte final, I Can’t Give Everything Away donde Bowie, en clave de crooner y melodía se sincera con su propio misticismo, advirtiendo con “saying no and meaning yes” que debemos leer del reverso para entenderle.
Sin necesidad de ello, Bowie ha sabido volver a ganarse cada céntimo de cada nuevo trabajo
Bowie ha vuelto porque tenía cosas que decir. Hace mucho tiempo que llegó a las cumbres de leyenda y sin necesidad de ello, ha sabido volver a ganarse cada céntimo de cada nuevo trabajo. Su hambre artística es feroz y Blackstar es prueba de ello. Su sombra es tan pronunciada que cualquiera puede asemejarle el profeta de Blackstar, el artista que arrastró consigo la revolución cultural y social de hace cuatro décadas y aún nos mantiene a todos pendientes de su figura. Sin necesidad de esta autoproclamación de virtudes, otros nos limitaremos en ver en Lazarus la canción homónima incluida en The Men That Fell On Earth, el musical off-Broadway basado en la novela de ciencia ficción de Walter Tevis, en el que Bowie protagoniza el papel Newton, el extraterrestre que cae en la Tierra incapaz de regresar a su hogar.