Cinco grandes músicos que nos dijeron adiós de forma prematura. Hoy, en el día dedicado a los difuntos, hacemos nuestro pequeño homenaje. ¡Va por ellos!
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Jason Molina
Remem0rama
Por mucho éxito de crítica o público que se pueda llegar a tener, nadie consigue ser una una estrella o una persona adinerada aún siendo uno de los músicos más relevantes de alt-country. Esa es una de las razones por las cuales, aparte de carecer de seguro médico con el cual financiarse su tratamiento para la desintoxicación del alcohol (y que incluso le obligó a pedir dinero a sus fans), Jason Molina ha sido solo otro “gran artista underground” sin relevancia en medios más comerciales.
Los que conocían a Jason lo dibujan como una persona con el que las apariencias engañaban. Bajito, con poca presencia, y una antiestética uniceja eran las señas externas de una persona muy inteligente, habladora, pero claramente tocada, no solo en lo psicológico, sino también en lo físico, fenómeno acuciado por su caída en el abismo del alcoholismo que le obligó a retirarse en 2009 a una granja de Virginia donde cuidaba de animales y cultivaba sus hortalizas.
A pesar de su intento en 2011 de volver a la actividad musical y productiva, y su intención de unirse a la gira de otro de los grandes del alt-country como Will Johnson, Jason nos dejaba el año pasado a la edad de 39, poco después de editar Autumn Bird Songs, el cual salió a la luz en 2012 aunque con canciones grabadas en años anteriores.
Si algo tienen estas muertes de humildes pero grandes artistas es que al menos sirven para hacer algo de justicia y reivindicar (aunque demasiado tarde) su legado. Es así que ahora, gracias al sello discográfico Secretly Canadian podamos escuchar y descubrir (o redescubrir, según sea el caso) la discografía completa de este artista norteamericano. Trabajos imprescindibles creados bajos proyectos bajo el nombre de Songs: Ohia o Magnolia Electric Co. donde las canciones de folk-rock brillan con un halo especial, de afección y sensibilidad que también supo hacer aflorar en su música.
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Jesse Pintado
Jorgenious
Lo que para el mundo de lo sonidos extremos fue sin duda la perdida de uno de sus músicos más carismáticos e influyentes, lamentablemente para la prensa musical más generalista fue una noticia que pasó sin apenas repercusión. Jesse Pintado, músico de origen mexicano, del que se dice que acuñó el término «grindcore» en 1983, fue conocido por ser el guitarrista de aquel proyecto ahora de culto llamado Terrorizer que a finales de los años 80 ayudó a germinar, de forma fugaz, como no podía ser de otra forma, todo un subgénero de música acelerada y demencial, pero sobre todo libre y experimental.
https://www.youtube.com/watch?v=j5EziGbDlp0
De aquel fundacional World Downfall los músicos participantes fueron a parar a distintos grupos mastodónticos en cuanto a influencia posterior como Morbid Angel o Napalm Death, de la mano del sello británico Earache. Fue en los de Birmingham donde Pintado entró a cubrir el puesto vacante dejado por Bill Steer (Carcass), grabando uno de los discos más aclamados de la banda, el death metalero Harmony Corruption. Poco más se puede añadir a la carrera de Napalm Death, coherente y rica como pocas, aclamada y respetada por una escena y público fieles.
A finales de 2004 Pintado abandona la banda inglesa y decide revivir Terrorizer, en una vuelta a sus orígenes, contando con Pete Sandoval de nuevo a la batería. No le faltó tiempo tampoco para participar en Lock-Up, supergrupo que contaba entre sus filas a Shane Embury y Nicholas Barker, ni para grabar guitarras en Brujerizmo, del otrora temido grupo Brujería, plagado también de estrella del metal extremo, bajo el seudónimo de «Cristo de Pisto».
Darker Days Ahead significó la vuelta de discográfica de Terrorizer tras casi dos décadas, alejado considerablemente (y razonablemente) del sonido de aquella ópera prima. Lamentablemente, la carrera de Jesse Pintado se truncó sólo cinco días después de su publicación, debido un coma diabético que le produjo la muerte, y como con tantos otros músicos ha ocurrido, a causa de un consumo excesivo de alcohol a lo largo de su vida, dejando huérfano de forma demasiado repentina un estilo que, paradójicamente, se nutre de lo rápido y lo espontáneo.
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Lynn Strait
Remem0rama
Ozzfest de 1998 en Massachusetts. En medio de un concierto de Limp Bizkit, Lynn Strait emerge de un WC gigante de más de 4 metros de altura que el grupo utiliza para su puesta en escena, y con la ayuda de una dominatrix que también forma parte del espectáculo de Fred Durst y compañía, comienza a simular recibir una felación. El staff de seguridad comienza a perseguir a Lynn que acaba escondiéndose en el vestuario de Ozzy Osbourne.
Es solo una anécdota (de la que por cierto fue juzgado y multado), pero que define muy bien la actitud de Lynn Strait hacia la vida y que tan bien supo reflejar en la letra de Joy Ride.
Drivin’ fast to live / Now you know / I got my 44 / I’m tearin’ up the asphalt / Drivin’
Precisamente fue al volante de su coche donde el vocalista de Snot perdió la vida junto a su inseparable compañero Dobbs, su querido bulldog que aparece en la portada del disco de debut de la banda. Mitad metal, mitad punk, con buenas dosis de funk y de influencias del hip-hop, Get Some se convirtió en una obra que tendría mucho influencia en lo que posteriormente se calificaría como nu-metal. Por no hablar de convertirse automáticamente uno de mis discos favoritos de los 90.
Cuando sucedió la tragedia, el grupo estaba en proceso de composición de su segundo álbum. Los diez temas que hasta entonces habían compuesto, fueron la base para un disco de tributo por parte de sus compañeros y otros vocalistas de la entonces en auge escena del metal alternativo americano: Strait Up. Un disco, que no solo desprende cariño y reconocimiento al músico, sino que también se acabó configurando como una referencia de culto entre los que en su día vestimos el chandal.
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Witold Kieltyka
Jorgenious
Los accidentes de tráfico se han llevado por delante la vida de músicos muy influyentes, este tipo de muertes son especialmente trágicas y nos han dejado sin conocer cómo hubiera sido la evolución de las composiciones de genios como Cliff Burton o Eduardo Benavente.
Al igual que con los anteriormente mencionados, a Witold «Vitek» Kiełtyka le tocó dejarnos demasiado pronto, a la corta edad de 23 años. El batería de Decapitated, grupo polaco que a lo largo de su carrera se ha adentrado en los terrenos más técnicos del death metal, sufrió un accidente junto al resto de sus compañeros cuando se dirigían a la localidad bielorrusa de Gomel a realizar un concierto.
El autobús de gira chocó contra un camión que transportaba madera y Vitek sufrió graves heridas en la cabeza, que, aunque en principio parecían mejorar gracias a la cirujía, le hicieron perder la vida en un hospital ruso. También el vocalista Adrian «Covan» Kowanek sufrió graves secuelas ya que permaneció en coma durante un tiempo prolongado.
Este accidente dejó sin aliento a la comunidad europea y mundial del metal extremo, ya que, además, entre los componentes de Decapitated se encontraba su hermano mayor Wacław «Vogg» Kiełtyka, guitarrista principal de la banda. Repasando la discografía del grupo polaco es remarcable la técnica y velocidad que alcanzaba, y la influencia que ha tenido su estilo en grupos de death metal más moderno. Aunque la banda estuvo en hiato desde el accidente, en 2009 Vogg anunció su intención de refundar el grupo y continuar con su carrera musical, de la que es resultado el más que digno Carnival is Forever.
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Jeff Buckley
Remem0rama
Jeff Buckley fue esa clase de personas que todo escritor sueña para sus historias. Era la conformación de todos los rasgos más destacados y carismáticos que el personaje perfecto debe llegar a retener: alma, virtuosidad profesional, artista a contracorriente, marcado por el pasado y, fundamentalmente, el paradigma de hacer convivir en su persona la bendición y la maldición.
La bendición es tan fácil apreciarla como poner a reproducir su único LP, Grace, que precisamente este año cumple su vigésimo aniversario. A pesar de ser su estreno discográfico, Buckley ya tenía unas prematuras tablas en el mundo musical. Nacido en el seno de una familia con raigambre musical —a pesar que desde pequeño se vio separado de su padre Tim Buckley, músico relevante en los años 60 y 70— y curado como guitarrista de la banda Shinehead en Los Angeles y como artista recurrente de la escena de clubs y cafés de New York, fue precisamente en el Café Sin-é donde fue descubierto por los cazatalentos de Columbia Records.
Aunque todo en Grace está imbuido por el espíritu de los 90 y por el contexto grunge de la escena alternativa en ese momento, es posible que la crítica global no estuviese preparada para algo así. Es la única manera de poder explicar el escaso shock que produjo un disco tan revolucionariamente bello en el que es difícil no caer enamorado por la prodigiosa voz de Jeff. Apertrechado con todas las herramientas que puede tener un músico —entre la que destaca un impresionante rango vocal de cuatro octavas— Jeff cinceló una obra atemporal a caballo entre estilos como el góspel, el rock alternativo, el blues y el folk.
Su maldición ya está escrita, y como ocurre en estos casos, catapultó las virtudes de su bendición a un público ávido de referentes y héroes con halo poético y trágico. Nadie sabe a ciencia cierta si, a modo de accidente o como resultado de un dudoso estado psiquiátrico, un día Buckley se sumergió en las aguas del Mississippi tarareando el Whole Lotta Love de Led Zeppelin y el río se llevó su vida. Buckley dejó un trabajo pendiente de grabar, My Sweetheart the Drunk, que obviamente la discográfica se apresuró a publicar en 1998 en forma de “sketches”, bocetos.
Quién sabe lo que hubiera llegado a representar Jeff Buckley para la música de haber seguido vivo, pero está claro que ya solo Grace fue una influencia imprescindible para la música que llegó años más tarde.