Continuamos nuestro especial con aquellos artistas que en su momento adoramos y hoy se arrastran como serpientes entre el barro de la decadencia.
Marilyn Manson
(tharandur)
Ains… Manson, Manson. Mi ídolo de la adolescencia. El hombre por el que empecé en esto: Antichrist Superstar y Mechanical Animals fueron un punto de inflexión que me hizo abrazar el satisfactorio mundo del metal alternativo noventero. Dos discos colosales, bipolares en su conjunto, y piezas fundamentales del metal de los 90s (y si me lo permiten, de la música noventera en general). Aunque no alcanza las cotas de calidad de sus trabajos previos, Holy Wood fue una continuación bastante muy notable (para un servidor, un disco bastante infravalorado). Junto a Smells Like Children y Portrait of an American Family conformaban una discografía sólida que junto a la actitud de Manson lo convertía en el perfecto ídolo a seguir por hordas de jóvenes repletos de furia adolescente dispuestos a buscar la desaprobación de sus padres adorando a un tipo rodeado de miles de leyendas urbanas pandilocas, hacedor de polémicas declaraciones y amante de una imaginería satánica que haría llorar sangre a cualquier familia del Opus. Una máquina perfecta de dólares, a la que le acompañaba una producción musical sobresaliente en su género. Nada que ver con los niños malos de la música actual.
Toda esa generación de adoradores de la banda creció, añadió colores a su armario e iba descubriendo que a lo mejor el tema de Manson era un “poco” pose, pero los envites de los años no hacían mella en su discografía previa al año 2000 (y siguen sin hacerlo). Pero para eso estaba Manson, para joder su propia carrera en una espiral de suicidio musical vista mil veces, pero que no deja de ser fascinante: The Golden Age of Grotesque ya era un disco que hacía levantar la ceja en algunas ocasiones, Eat Me, Drink Me casi se podría aceptar como experimento musical, pero The High End of Low y Born Villain son discos que sólo se pueden calificar como infumables. Todo eso aderezado con mil líos amorosos, declaraciones de Manson cada vez más mongolas y coqueteos fallidos con el cine y otras artes. Manson no ha sabido crecer junto a su audiencia: ha hecho mil y un trucos para seguir siendo adorado por las nuevas generaciones de adolescentes gotiquillos: giros estéticos, kilos de polémicas chorras, interminables promesas de estar trabajando en el nuevo Antichrist Superstar y algo tan evidente como participar en la banda sonora de Pesadilla Antes de Navidad (aunque el tema resultó ser bastante decente). Curiosamente su próximo truco va a ser colaborar en lo nuevo de Avril Lavigne, figura similar entre las chicas de la generación de adolescentes posterior a la que Manson hizo disfrutar con el clímax de su carrera.
El antes:
Y el después:
https://www.youtube.com/watch?v=hMZbaHZ8M6Y
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Incubus
(remem0rama)
Hablar de la decadencia de Incubus no es hablar de un proceso de pérdida de calidad compositiva, sino más una bien de (más bien una) pérdida de carisma. El que fuera una de las puntas de lanza del metal alternativo de hace unos años con (gracias a) trabajos tan brillantes e iluminados como S.C.I.E.N.C.E., fue iniciando en Make Yourself un proceso de normalización completamente inexplicable y en aras del mojabraguismo femenino. Morning View todavía tuvo una justificación conceptual, pero ni apelando al buenrollismo playero el grupo supo mantener el perfil. Es una pena que discos como A Crow Left To The Murder, con un espíritu renovador y personal no supieran sacar todo el jugo de unos músicos sobradamente dotados y técnicamente sobresalientes. ¡El guitarrista Mike Einziger compone incluso óperas! ¿Es que ya nadie recuerda la frescura y el desparpajo del funk-metal de Fungus Amongus? En cualquier caso, el último clavo del ataúd fue su último disco If Not Now, When? (2011), el cual solo puede ser considerado la pastelada padre. Un bodrio digno de ese clásico cuñado tuyo que se jacta de gustarle el rock, pero que no va más allá de los temas de Red Hot Chili Peppers y Evanescence que ponen en los 40TV.
El antes:
Y el después:
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Muse
(remem0rama)
Lo mío con Muse puede compararse con un matrimonio que arrancó con un gran enamoramiento pero que las circunstancias y esa continua incumplimiento de las expectativas llevó más tarde al distanciamiento, posteriormente a la separación y por último al divorcio definitivo. A los que ahora —y con gran facilidad— odian a Muse tienen que entender que cuando Showbiz llamó a nuestra puerta y caímos prendidos eran otros Muse, un grupo refrescante, con un potencial terrible y con una capacidad de emocionar superior incluso a lo que hasta ese momento se llamaba ‘emo’. Origin of Symmetry fue un disco de esos gigantescos, repleto de temas redondos, épicos, rockeros, bellos, sensibles; fue ese entrenador que lo gana todo en una temporada y del que estás convencido que el año que viene solo se puede ir a peor. Absolution fue un disco decente, pero Black Holes and Revelation dio un giro de tuerca, un apretón a la creatividad, que dejó canciones memorables como Knights of Cydonia pero que sospechosamente hundía sus pies en un tono electro-pop —que suene bien ese bombo to’ grave ahí— que presagiaba que Muse no solo se definían ahora con horteradas como platillos volantes y trajes de lentejuelas de colores; iban siguiendo un camino que The Resistance demostró que era pura deriva.
Puestos a poner leguas de distancia con ese pasado el grupo declaró que iba a pasar página —algo que puede alabarse— y a continuación sacó The 2nd Law, la última ida de olla de Matt Bellamy —con activa colaboración de otros miembros, como demuestran los temas compuestos por Wolfestein—. Un trabajo inconsistente, capaz de mezclar dubstep, la influencia de Queen, su pasado rockero y pedorrería bailable que no entiendo cómo es capaz de ganarse a ni uno de sus antiguos seguidores. Carne para el olvido.
El antes:
Y el después: