Tercera y última entrega de nuestro especial de sexto cumpleaños. ¡Esperamos que os haya gustado! Al menos a nosotros nos ha servidor para desahogarnos.
Ministry
(psicoboy)
Cuando Paul Barker dejó Ministry hace diez años, muchos vieron en ese gesto el final de una banda que arrastraba serios problemas desde hacía tiempo. Animositisomina, su último trabajo entonces, estaba recibiendo palos por parte de la crítica y los fans, hasta el punto de tener que cancelar la publicación de los singles previstos. Si entonces Al Jourgensen hubiera decidido dejarlo, nadie se hubiera sorprendido. En vez de eso, el vocalista reclutó a nuevos músicos y, como diciendo aquello de ‘el gato es MÍO’, sacó en apenas un año un disco nuevo. Houses Of The Molé tenía tanto de huida hacia adelante como de reafirmación para un tío que acababa de ‘perder’ al 50% compositivo de la banda (desde aquel pepino llamado The Land Of Rape And Honey). La idea consistía en hinchar de esteroides el sonido del grupo hasta convertirlo en un sucio y corrosivo híbrido de thrash, punk y metal industrial, y el resultado fue lo suficientemente atractivo como para que el nombre de Ministry sonara de nuevo con fuerza.
Nada que objetar. Houses Of The Molé revitalizaba la parte más metálica de la banda, que en los años previos a la salida de Barker estaba siendo dejada un poco de lado, y encontró en ese pelele llamado George W. Bush la diana perfecta a la que dirigir toda esa rabia desbordada. El problema es que eso tampoco daba para estirar mucho el chicle, y en cambio Ministry publicaron una trilogía dedicada a tan insigne personaje. La primera vez tiene gracia, lo reconozco. La segunda ya te hace levantar una ceja y arrugar la nariz, y la tercera, directamente, provoca indiferencia total.
Enquistados en esa especie de espiral de locura trhasheropunkindustrial, la frescura duró lo que un gramo de farlopa en casa de un banquero. Y entonces Al Jourgensen anunció que ya estaba harto de todo el rollo de girar y anuncia despedida y cierre, cinco años tarde con toda probabilidad, cuatro si me apuras. Aquí paz y luego gloria, cada uno en su casa y dios en la de blah, blah, blah…
Y justo el año pasado, ‘que no, que vuelvo’ y ahí tienes Relapse, más de lo mismo pero con el cuádruple de hartazgo. Muere Mike Scaccia y Al anuncia que este 2013 lanzará el que será el último y definitivo disco, From Beer To Eternity, dedicado al guitarrista de los reivindicables Rigor Mortis o Lard. Aunque aquí ya dudamos si para el duodécimo aniversario de SBS no vamos a tener que volver a hablar de ellos.
El antes:
Y el después:
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KoЯn
(psicoboy)
Hay declives, y declives. Y luego están los que publican un disco en el que se suben al tren de la moda más rabiosa en curso para ver si así remontan. Hablamos de Korn, y hablamos del dubstep. Path Of Totality vino a ser otro tropezón bastante gordo en la carrera de los californianos. Y no, la excusa de ser un disco de colaboraciones no lo salva de la quema, al contrario, cualquier producto en el que figure de colaborador el omnipresente (y ultra cansino) Skrillex debería poder ser castigado por la ley, o por lo menos, con un saco de cartas rellenas de ántrax enviadas por fans iracundos.
Partimos de la base que de toda aquella vorágine del mal llamado Numetal, Korn eran poco menos que papá y mamá. Una de las bandas que insuflaron vida al heavy metal, herido de muerte a nivel comercial en esos años, y precisamente por ello resulta más tragicómico verles hundirse en el barro cada vez que publican un disco. Todo empezó con la salida de Brian ‘Head’ Welch para abrazar su nueva fe cristiana. Hasta entonces, la carrera de Korn tenía sus más y sus menos, pero era coherente. Tras See You On The Other Side, llegó ese momento en el que toda banda quiere ‘experimentar’, por aburrimiento, hartazgo o lo que sea. Primero con un horrible Unplugged que les vino demasiado grande, y luego con Untitled, el disco con el que Jonathan Davis quiso ser Trent Reznor por un rato. Las hostias no se hicieron esperar y llovieron torrencialmente sobre la banda.
En esa situación, y ya de perdidos al río, Korn anunció que volverían a sus raíces, lo que en lengua romance viene a ser ‘nos vamos a la mierda nosotros solos, gracias’. Y llegó III: Remember Who You Are, un disco que en pleno 2010 quería sonar como si todavía fuera 1994, pero con una sutil diferencia, y es que no es lo mismo cantar con veinte años sobre traumas infantiles, que hacerlo enfilando la recta de la crisis de los cuarenta a toda leche. De ahí a Path Of Totality, sólo era cuestión de inercia. Ya podrían haber aprendido de Deftones, la verdad.
El antes:
Y el después:
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Green Day
(remem0rama)
Ser un grupo de pop-punk no debería restarte dignidad ni respeto, siempre y cuando todo fluya de una manera consecuente con la transformación vital que irreversiblemente tiene lugar al hacerte viejo. Todo iba bien hasta Warning. Los cuarentones Billy Joe, Tre Cool y Jason White habían creado un álbum maduro, básicamente acústico, aderezado con muchos complementos estilísticos, pero 100% Green Day; pero llegado American Idiot al grupo pareció que algo les hacía click dentro de sus cabezas. Una súbita oleada de fervor adolescente mezclada con la grandilocuencia de crear varios cortes en modo ópera-rock consiguió que el experimento surtiera efecto aunque dejando una gran mella en el perfil del grupo. Parecía que algo había cambiado, Green Day antes iban a su bola y ahora estaban haciendo cosas para gustar, para reclamar un puesto entre esos punk-rockers que todavía tenían cosas que reclamar, aunque todo fuera para solicitar más billetes en la mano. El renovado éxito pronto se les subió a la cabeza y así llegó el infumable 21st Century Breakdown, un intento de suplantar a los mediáticos My Chemical Romance, con el que el grupo hizo una bestial minoración de la edad media de sus fans. Renovarse o morir, es lo único que entiendo que a Green Day se les pasó por la cabeza.
Y ahora, como habiendo conseguido un objetivo —y olvidándose de los éxitos de los primeros dos tercios de su carrera—, vanagloriándose de ser sumamente prolíficos, lanzan una trilogía de nombre graciosete ¡Uno! ¡Dos! ¡Tré!, con alguna canción aguerrida y decente, pero básicamente repleta de clichés de rock, canciones básicas y rellenos que aseguran un gran pufo multiplicado por tres. Por casualidad me topé el otro día con el videoclip de Kill The Dj y sólo pudo exclamar: ¡quién os ha visto y quién os ve!
El antes:
Y el después: