Muchas veces he querido hablar de Every Time I Die pero siempre me ha edesmotivado al pensar que hace mucho que a sus discos, manteniendo un nivel más que notable, les faltaba la chispa que brillaba en sus inicios como Hot Damn! o Gutter Phenomenon. Conseguir fabricar siete trabajos sólidos es un hazaña realmente admirable, y aunque From Parts Unknown puede que tampoco les haga tocar techo, solo por el guantazo en la cara que te llevas al escucharlo merece que volvamos a prestar atención a Every Time I Die.
No han olvidado la cáustica y el hardcore
Como alguien que quiere volver al inicio para ver en qué momento se torció, el quinteto estadounidense retoma el hardcore y la esquizofrenia que progresivamente fueron perdiendo a favor de una propuesta más metálica y de aire de sureño. Sin apenas un corto respiro de tralla y de guitarras explosionando en tus oídos, este trabajo traza un parentesco directo con su debut Last Night In Town, en los tiempos en los que el metalcore era joven y underground.
Vamos a morir todos, al menos riámonos de ello
En toda esta agresión sonora, apenas Moor deja entrever algunos momentos de experimentos con teclados siniestros, y salvo en El Dorado, las partes melódicas del vocalista Keith Buckley son meras anécdotas: su objetivo está en descerrajar negatividad no exenta su sarcástica faceta letrística como se desprende en fragmentos como este: “All I want is for everyone to come to hell / There we can be free and learn to love ourselves”. Solo Brian Fallon de The Gaslight Anthem ofrece la cara más amable del disco, con un buen estribillo melódico y punkarra, como invitado en el tema Old Light.
Si tuviera que mejorar algo, tocaría la producción a cargo de Kurt Ballou, haciéndola algo más limpia. Por lo demás, From Parts Unknown es un disco tan sólido como cualquier otra anterior referencia del grupo, un buen recordatorio de sus raíces oscuras y que muestra que a pesar de su madurez siguen estando muy cabreados.