El simple hecho que Fear Factory ‘sólo’ hayan tardado dos años volver a sacar disco, es un síntoma bastante claro que las aguas dentro del seno de la banda, al menos actualmente, están bastante tranquilas. Durante muchos años la banda angelina ha ido dando unos tumbosnada recomendables: Cuando no fue un desafortunado acercamiento al nu-metal con Digimortal, o el peligroso invento pop de Transgression, fueron las tensiones en su seno las que hicieron mella, provocando situaciones dignas del camarote de los Hermanos Marx como la marcha del orondo Dino Cazares, y su posterior retorno años después, o las peleas por los derechos del nombre del grupo.
Más allá de estos hechos, The Industrialist coge el testigo de Mechanize y le da una nueva vuelta de tuerca en lo que a concepto se refiere. El leit-motiv de las letras de Fear Factory siempre han sido la lucha de la humanidad contra la tiranía de las máquinas, las consecuencias de perder nuestra alma por culpa de la tecnología y su abuso. Y ahora le han querido dar cohesión a toda esa imaginería contando la historia de un autómata que toma conciencia de su existencia, y se convierte en un peligro para la humanidad. No es una historia rebosante de originalidad, pero no cabe duda de que es 100% Fear Factory.
La dupla formada por Burton C. Bell y Dino Cazares parece que han aprendido que la banda, como el autómata que da nombre a este disco, tiene una conciencia propia que le lleva a ser de un determinado modo, a sonar de una manera distintiva. The Industrialist es un trabajo repleto de esas señas de identidad, de riffs agresivos, poderosos y épicos, voces desgarradas y atmosféricos teclados que le dan esos aires de apocalipsis cibernético. Es compacto y duro como el cemento armado, sin duda. Y lo mejor, no hay más experimentos, ni roces con el hip hop, ni versiones malas de U2.
En pleno 2012, veinte años después de su debut, Fear Factory nos entregan un trabajo digno sucesor espiritual del hito que marcaron con Demanufacture. El hecho de tener una historia conceptual no resta entidad individual a los temas, la producción es perfecta, y el teclista Rhys Fulber vuelve a ser (de nuevo) una de las claves de la frialdad mecánica de su sonido. Se echa un poco de menos la sutileza casi quirúrgica de algunos pasajes de su mejor disco, pero, por otra parte, no cae en la rutina de ir a degüello sin más, algo que sí se daba en exceso en Mechanize, y suenan bastante más inspirados que entonces.
Eso sí, uno no puede evitar preguntarse si The Industrialist no llega unos diez años tarde para algunos. Puede que incluso para la propia banda.