Antes de nada, reconozco para mi Foo Fighters siempre ha sido un grupo referente. Con la escabrosa finalización del movimiento el grunge, Dave Grohl sacó adelante un grupo de rock alternativo como en mi cabeza debería ser: guitarrero, potente, con temas directos y melódicos. Sus graciosos (a la vez que magistrales) videos barrían con todo el halo de pesimismo y frustración del movimiento de Seattle.
Sin embargo mucho tiempo ha pasado desde que rebobinada una y otra vez el cassette de The Colour And The Shape con un bolígrafo en el instituto. Después de unos cuantos trabajos realmente sólidos, algunos seguidores —entre los que yo no me encuentro— empezaban a criticar los últimos trabajos de la banda. ¿Se habían apolillado Foo Fighters? Es posible que la crisis de ideas existiera y en 2008 Grohl anunció que paraba la maquinaria de Foo Fighters hasta que tuviera algo que realmente mereciese la pena. ¿Y merece la pena su regreso Wasting Light? Ya lo creo.
Podría decir que es la típica “vuelta a las raíces”, pero no creo que Foo Fighters nunca las hayan perdido. Es cierto que muchos temas vuelven a sonar directos y en tu cara —posiblemente el regreso de Pat Smear como tercer guitarra haya ayudado— y el primer corte Bridge Burning así lo confirma. Que satisfacción es encontrar todavía la brillantez en el estribillo del single Rope, decir que Dear Rosemary suena a clásico rockero, o encontrarnos un abrasivo trallazo como Whilte Limo para recordarnos que Dave Grohl, a pesar de pasar por un excesivo filtro, todavía sabe gritar. Tras la elegante Arlandria y These Days —que comienza en modo balada y progresa a un estribillo marca de la casa— puedo decir que la primera parte es de quitar el hipo, cualquier canción es un hit potencial.
No obstante, tengo que reconocer que la segunda parte baja algo el listón con sonidos más trillados aunque algunas canciones consiguen buena nota. Ganchudo y con algún giro nirvanesco, Back & Forth nos habla de los inminentes deseos sexuales de Grohl. Destacaré también Miss the Misery, un tema de aspiración épica, más cercano a los anterior trabajos del grupo, por los juegos de guitarra que encontraremos en su final.
Aunque no será su mejor trabajo, yo me sigo quitando el sombrero ante Foo Fighters, y es que no es fácil mantenerse reconocido y apreciado con un octavo disco, teniendo siempre que soportar las comparaciones con un grupo tan monumental como Nirvana, en el cual es posible que Grohl nunca hubiera podido explotar todo su potencial. Difrútenlo.