Con un sonido más pulido y compacto que en su debut, los guipuzcoanos Giranice vuelven con su último trabajo Enea, un compendio de 5 temas en el que mantienen su post-rock de querencias bucólicas y presto a recurrir a los clásicos crescendos del género, haciendo uso del violín como instrumento diferenciador, pincel de dibuja las melodías sobre el lienzo de tremoladas guitarras. Ejemplo de este modelo compositivo lo tenemos en Sub-Rosa —las cadenciosas notas del bajo me recuerdan a Festival de Sigur Rós—, así como en Banako Zen, donde el clímax es incluso dirigido por el propio violín, aportando una belleza realmente prístina.
Nada en este trillado estilo de los vascos le es ajeno a la escuela de Mogwai, pero es justo ver en el grupo una mejoría en lo que respecta a la visión más compacta de los temas, si bien eso puede menoscabar pasajes más rompedores o experimentales como los que había en Giranice. Solo Adam Mallict se desvincula de los postulados del post-rock, buscando su camino y evolucionando con alma libre. La despedida se produce lenta como la caída de copos de nieve, a cargo de Passional Anthem II, recurriendo a unos atmosféricos rasgeos de guitarra a lo Mono.
Si bien quien busque algo estilísticamente novedoso no lo va a encontrar, Giranice han avanzado hacia seguro con su segundo disco, refinándose y ganando en elegancia. De lo mejor que me he encontrado de la escena nacional post-rockera junto a los madrileños Emerge.
El álbum puede ser escuchado y descargado gratuitamente a través de su bandcamp.