Gris/Sombres Forêts – Parte II. Gris – À l’Âme Enflammée, l’Äme Constellée…

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Parte II.

Pasan dos años desde la edición de Miserere Luminis. Nada se sabe de Gris, aunque poco a poco aparecen rumores de que están trabajando en algo nuevo, inicialmente titulado L’Alchemiste. Con varios años de retraso que se hacen marcados por la falta de información acerca del estado del disco, llega por fin À l’Âme Enflammée, l’Äme Constellée…, el que será la tercera de las siete entregas. La banda ha confirmado en varias ocasiones que una vez terminen de componer y grabar estos 7 discos, se disolverán, pues todo ha de tener un comienzo y un final.

El salto compositivo vuelve a ser brutal. Pese a ser una continuación del sonido de Miserere Luminis, este se adereza con un bajo muy marcado y que tiene bastante peso en las composiciones, añadiendo una melodía adicional a las varias guitarras con una clase espectaculares. Los elementos acústicos dejarán de ser un complemento e incluso pasarán a ser protagonistas en algunos momentos, viendo una evolución a sonidos más clásicos aún y con la incorporación del violín, con un timbre vibrante y emotivo, como si el instrumento llorase. Las secciones acústicas destacan por su complejidad y la multitud de detalles en varias capas, pues no se limitan a simplemente grabar melodías sino que hay un trabajo impecable en la ejecución, aunando varias líneas de guitarra y violín y percusiones orgánicas con una cierta influencia tribal, guiándonos estos elementos siempre a explosiones metálicas en las que varias de estas líneas melódicas siguen evolucionando. Fusionando y conectando las diferentes piezas de cada canción para formar un todo complejo y coherente, a lo largo de los dos discos encontramos temas que pese a no desviarse del hilo conductor presentan la suficiente diversidad para justificar los 80 minutos de duración. A modo de disco doble simétrico (À l’Âme Enflammée y À l’Äme Constellée respectivamente) , los 5 temas repiten su estructura en cada una de las dos partes, con introducciones y temas de duración semejante en un orden similar. Por el contrario, las voces se mantendrán en su tesitura habitual, algo menos viscerales pero igualmente emocionantes, con algún discreto coro a voz limpia para embellecer algunos pasajes.

Es remarcable lo bien que funciona que cada uno de los temas tenga su reflejo, pese a que de primeras puede dar la impresión de que le resta sorpresa al conjunto. Así, cada introducción va de menos a más: a medida que L’Aube o Moksha avanzan, aumenta la complejidad y el tono se vuelve más asfixiante y desgarrador para desembocan en ultima instancia en Les Forges y Seizième Prière. Les Forges incluye algún movimiento más orquestal, con cambios de ritmo constantes y algún que otro parón muy logrado para dividirse en tres apartados. Por el contrario, Seizième Prière es un tema que crece y decrece más suavemente, presentando en su primera mitad las melodías de guitarra eléctrica más bellas del disco. Encontramos un breve interludio a modo de separación en tercera posición, que se reanuda por un lado con el tema más lento, Igneus, y por otro con Une Épitaphe de Suie. En Igneus destacan algunas sonoridades que nos recuerdan al post-rock más electrizante, aunque no terminan de florecer del todo ni será este un disco que apunte en esa dirección, siendo Sombres Forêts quien explotará esta vía muchísimo más en la Mort du Soleil (2013). En oposición a esto, cuenta también con el riff más agresivo, justo al final. Une Épitaphe de Suie combina momentos eléctricos y cortos con otros acústicos, siendo el tema con mayores y más inmediatos contrastes. Cada parte finaliza con un tema que comienza suavemente y termina en catarsis eléctrica, Dil y Nadir, siendo los dos que guardan mayores semejanzas entre sí.

À l’Âme Enflammée, l’Äme Constellée… definitivamente no es lo esperado y pese a ello supone una muy grata sorpresa. Aunque la duración y la complejidad del disco puede hacer complicado sumergirse del todo en sus sugerentes excesos, es cuando uno conoce los temas cuando más se disfrutan, en parte debido a que la falta de estructuras o fragmentos que se repitan. Lo único que no termina de encajar es el hecho de que las guitarras eléctricas a veces se encuentren ocultas o distantes o que algunos de los mejores pasajes no se repitan y sean tan fugaces. No obstante, no me cabe duda de que estamos ante uno de los discos de black metal más elegantes y exquisitos que se han grabado, muy personal e intenso. El tono de todo el disco, triste y melancólico, deja un poco de lado la agresividad que caracterizaba al dúo canadiense para facturar un disco más melódico y comedido musicalmente pero mucho más brillante formalmente. Onírico y mágico, con las estrellas y la alquimia como motivo principal, el pesimismo a veces ve destellos de luz, simbolizando esa constante búsqueda de equilibrio que siempre ha sido el leitmotiv de la banda. Por otra parte, es cierto que no es un disco que vaya a gustar a todo el mundo y que puede generar reservas a quien se espere otro Il Était une Forêt…, como fue mi caso en primera instancia. Puede que se deba a los prejuicios de escuchar algo que no se ciñe exclusivamente a un género, o sencillamente que no guste el rumbo que han decidido. Por otra parte, quien diga que tras los 10 temas que conforman À l’Âme Enflammée, l’Äme Constellée… no hay trabajo y dedicación, creo que simplemente no sabe lo que dice. No solo no decepciona sino que es mucho más de lo que cabría esperar de una banda que no solo no se ha repetido sino que ha sabido desmarcarse ampliamente del resto.

Nota: 9

Tercera parte aquí.

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