Si la música tiene capacidad para transportar nuestro estado anímico e incluso conjugarnos con el propio alma del un artista, hay que reconocer que Havalina son unos virtuosos, no en el plano técnico, si no en el emocional.
Con su anterior disco demostraron que su estación perfecta era el otoño. La decadencia, la languidez y la latente sensación de renovación del ciclo, de putrefacción de todos los recuerdos en forma de hojas secas no parece haber llegado a su fin en H, y la razón es sencilla. El invierno de Havalina no solo es largo: ni siquiera ha llegado.
Jugando con la tibieza en Norte, pero arrancando remolinos con temas de duro gancho a la barbilla como La Antártida (posiblemente el análogo de Desierto de su anterior disco), Havalina demuestra que no juegan a nada que no sea rock de puertas para adentro, a rock de revolcarse en los sentimientos, pero también de conflicto de interior.
El disco presenta una coherencia interna a prueba de bombas, pero aún así cada corte muestra un perfil muy característico. Con el acelerador pisado al fondo de su pasado stoner y una mecánica robótica, los recuerdos a Queens of the Stone Age se desprenden sin pudores en Viaje A Sol. El Estruendo te lleva en volandas, o como dice la letra “andando sobre las aguas”, con un precioso bajo restañando un riff groovy, con espejismos exóticos y sobre todo con una de las melodías que más se desmarcan de las querencias de Manuel Cabezalí. A destacar también Animal Despierto, un tema de guitarras acústicas pero de ritmo alegre, impecable, y con ese tono crepuscular que tan bien define al trío madrileño.
A destacar sin lugar a dudas, Música para Peces, que ofrece los momentos más trascendentes y atmosféricos del disco, realmente inspirados. Los límpidos arpegios de la guitarra se extienden por un frío espacio rebotando sus ecos en los acantilados de nuestros oídos, y todo revuelto del revés por la distorsión de la guitarra.
Llegados a su conclusión, tras el tono apesadumbrado de Viernes o Cuando Todos Duermen, una sensación de frío ya nos ha inmovilizado, luchamos por salir de la ensoñación. Havalina se han adueñado de nuestros sentimientos, o peor aún, nos los han arrebatado y no somos capaces de salir de su escenario de escalas de grises, ya somos parte de su película, consiguiendo el éxito absoluto en lo que debería ser la premisa de todo músico.