Forjarse una carrera mezclando rap con metal es algo fatigoso, más todavía si entraste directamente a la primera fila con un debut arrollador que difícilmente puede ser superado. Es por ello que podemos discutir qué Hora Zulu no se hayan esforzado en seguir teniendo cosas que decir a cada trabajo, unas veces con resultados más inspirados que otros.
Llegados a su quinto disco los granadinos parecen haber llegado a una etapa en la que la rabia y el desparpajo de su Me Duele La Boca De Decirlo parece haberse decantado al fondo del vaso, y sin embargo siguen manteniéndose el 100% sus señas de identidad. Favorecido quizás por su autoproducción, el disco suena realmente cohesionado y frondoso en arreglos e influencias, la mayoría de ellas provenientes de un folclore andaluz que siempre han sabido integrar en su música con la facilidad de aquel que lo tiene tan interiorizado. Yendo más allá, el grupo ha querido reivindicar más enérgicamente sus influencias y por ello el disco consta de diversos interludios en homenaje a maestros flamencos y poetas de su tierra —ya fallecidos— como Enrique Morente, Carlos Cano, Rafael del León y Emilio ‘El Moro‘, auténticas joyas interpretadas por Paco Luque, un monstruoso guitarrista que tan pronto sobresale en guitarra española como te construye un riff arrollador, con ese sonido andalusí tan característico de él y de su banda, que en este disco tiene su momento maestro en el puente de Que La Tierra Sea Leve (S.T.T.L.).
Como apuntábamos, Aitor sigue manteniendo su locuacidad intacta, aunque ya es bastante patente su evolución a terrenos más melódicos. Si bien es de agradecer que no nos desborde de textos como en anteriores discos, los mejores resultados los tenemos cuando se decanta por la rima agria y malcarada de temas como Que Me Mata, que goza de ese sonido emblema de Hora Zulu: la batería manteniendo un ritmo marcial con aire robótico y las guitarras cayendo como martillos y dejando espacio para que Alex Bedmar se luzca a las cuatro cuerdas. Si a éste le añadimos temas como Gabinas de Cochero, Otro Guión Sin Escribir —ambos con un inteligente uso de los teclados creando ambiente en el estribillo— y Mis Barranqueras —merecido single de disco—, tenemos un combo noqueador que disimula otros temas con mayores carencias, en los que posiblemente el grupo quede algo limitado a la hora de crear ese estribillo grande, a caballo entre la lírica y la melodía.
No es una reinvención —que no les hace falta—, es la consolidación más estable de los Hora Zulu entendido como crisol de metal, rap y flamenco; todo encaja sin fisuras y nada sobresale del resto. En un panorama musical donde en el rap-metal parece haber quedado despoblado de artistas y de seguidores, es de alabar que los granadinos todavía sostienen la bandera en alto gracias a su autenticidad y su esfuerzo.