Jungbluth – Part Ache (2013)

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A la hora de enfrentarse a las variantes más densas del hardcore es difícil encontrar discos que inviten a ser escuchados una y otra vez. Sólo unos cuantos elegidos son capaces de hacer que toda la bilis que esparcen entre berridos no termine apabullando al oyente menos acostumbrado a sonidos más extremos. Por eso me sorprende especialmente este debut de Jungbluth (apellido de un rebelde antifascista alemán, reflejo de la ideología de la banda), que parecen haber encontrado la fórmula perfecta para resultar tan agresivos como digeribles a la primera.

Aún así, eso de que sea su debut es una verdad a medias. Jungbluth nacen de la cenizas de Alpinist, grupo de neocrust (perdonen el palabro), que aprovecho para recomendaros. En este Part Ache, estos alemanes siguen dando rienda suelta a su mezcolanza de hardcore, screamo y crust con un sonido continuista, pero más accesible que en su banda origen. Este apaciguamiento no se ha llevado por delante su intensidad como suele ocurrir en estos casos: las baterías típicamente hardcore están ahí, la desesperación que impera en el screamo también, al igual que las voces que bordean el colapso. Jungbluth lo que hacen es levantar a veces un poco el pie del acelerador, lo que sirve para que el oyente pueda dejar descansar su oído brevemente, y que evitan la saturación tan propia de género. Estos descansos se materializan principalmente a través de dos recursos usados magistralmente a lo largo de disco: riffs de corte más cercano al post-hardcore y diversos interludios instrumentales, ya sea en mitad de las canciones (la segunda mitad de Zwang Abwärts) o como entidad propia (Au Revoir Tristesse y en la maravillosa Crevasse II), donde se permiten acercarse un poco a sonidos más post-rockeros.

Así, en Part Ache tenemos temas que son pura rabia, como Wakefield o No One But Myself (éste muy neocrust, perdón por el palabro otra vez), mientras que otros tiran por vertientes más melódicas como These Rare Moments. Un ejercicio de equilibrio envidiable y que es el pilar fundamental del disco, apuntalado por la excepcional distribución de las canciones que lo componen y acompañado de las que se intuyen letras combativas y de corte antifascista y anarquista (al menos es lo que se puede deducir a partir de los títulos de las canciones, que están totalmente en alemán).

Es un tópico, pero en este caso es tan cierto que hay decirlo: no hace falta inventar nada nuevo para sacar un disco que destaque sobre otros similares. A veces sólo hace falta dar con la tecla correcta, con la mezcla de elementos y géneros adecuada para resultar fresco e innovador sin tener que tirar de marcianadas. Y en esto parece que Jungbluth son expertos.