Fieles a su cita, KMFDM publican nuevo material tras la edición de WTF?! hace apenas un par de años. Y fieles a su ideario musical y lírico, la banda capitaneada por el incansable Sascha Konietzko, y su mano derecha Lucia Cifarelli, nos dan otra cucharada de Ultra Heavy Beat concentrado.
Los que venís siguiendo la trayectoria de la banda, ya sabéis qué traerá un disco de KMFDM: portada de Aidan ‘Brute!’ Hughes, título de cinco letras como viene siendo tradición, activismo social en las letras, y su sonido, esa mezcla de fiereza y cadencias bailables que llevan practicando desde finales de la década de los 80. A estas alturas es obvio que otra cosa no iban a ofrecer, pero lo de lo que no cabe duda es que sí podría ser mejor.
Kunst está plagado de todo lo que hace que su universo sea tan particular: Ese sonido tan característico de guitarras afiladas y beats hirviendo como un extraño – pero funcional – mecanismo sonoro, las soflamas llamando a la rebelión y a clamar contra la injusticia, al activismo que tan en boga está hoy en día, y que ellos reclamaban mucho antes de que algunos de nosotros supiéramos qué era eso.
Lástima que no cuaje. El primer tropiezo viene con el tema que da nombre al disco y esa parte reciclada de un clásico propio de los 90 como Megalomaniac. De por sí esto no es malo, pero el desarrollo de esta y las siguientes canciones rebosa autocomplacencia, sonando demasiado acomodados donde deberían ser todo inconformismo y agresividad. Algo que resulta relativamente sorprendente si tenemos en cuenta que el predecesor de Kunst es un disco que ofrece prácticamente lo mismo en esencia, pero con mejor resultado global.
Quizá es que su discurso se está agotando, lo cual sería lógico si nos ceñimos al hecho de que llevan casi tres décadas funcionando como grupo (aunque sólo quede como miembro original Konietzko), pero resulta que hoy, más que nunca, sus arengas son totalmente necesarias y su vigencia es absoluta. El problema, pues, no es que no tengan nada que decirnos, sino más bien cómo lo dicen.
Ave Maria, Quake, Pseudocide o The Mess You Made son temas muy manidos y trillados. Después de escucharlos dejan esa sensación agridulce de haber necesitado un poco más de reposo y de trabajo, de esa chispa de inspiración tan necesaria que marca la diferencia entre hacer lo de siempre sin más, y hacerlo con la suficiente trascendencia para que no se pierda una vez se termina el disco.
Kunst, en global, pasa con más pena que gloria por nuestros oídos. Ni incendia como un cóctel molotov, ni muerde como un perro rabioso pese a momentos puntuales como esas guitarras a lo Ministry del principio de Hello, o la potable Animal Out. Lo que está claro es que KMFDM abusan de reflejarse en una etapa muy concreta, de reciclar ideas sin más que van sacando del baúl de los recuerdos, y hasta ahora les ha funcionado más o menos bien, pero inspirarse en la etapa que abarca desde Angst hasta Symbols, como vienen haciendo de un tiempo a esta parte, empieza a ser demasiado arriesgado.
Quizá deberían acordarse de como les fue con Tohubavohu, un disco que con toda probabilidad no sea tan combativo a nivel de letras, pero que sí convendría reivindicar en lo musical como una buena manera de ser fieles a un estilo, picando de la herencia obtenida en su justa medida, y sin caer en la autocomplacencia como ha sido en esta ocasión. ¿Y un cambio? WWIII y Hau Ruck ya demostraron que había espacio para probar cosas, eso seguro.