En nuestro especial de …y el Verbo se hizo Punk Rock Progresivo, dedicado a nuestros queridos Mamá Ladilla, rematamos con un cierto interrogante sobre el futuro del grupo. Un nuevo cambio de bajista, en esta ocasión Sergio González de Wild, y un vuelco del trabajo compositivo de Juan Abarca hacia otros proyectos como Engendro o sus pinitos como artista en solitario demoraban más de la cuenta la continuación de Jamon Beibe. A pesar de su reducido minutaje (17 minutos), Bilis llega al quite para disipar cualquier atisbo de dudas, si es que la actual activa racha del grupo en directo podría hacer albergarlas.
Un título, que es toda una declaración de intenciones, nomina un trabajo que es toda una vuelta al mayor grado de corrosión verbal y mala baba del grupo desde tiempos de Naces, Creces, Te Jodes y Mueres. Y nada nos sorprende: si en estos tiempos Mamá Ladilla no sacan hacha y cuchillo para destripar a una sociedad deprimida y autocomplaciente, y a unos estamentos políticos, económicos y religiosos podridos hasta la médula, no sé quién va a hacerlo.
Echando mierda al clero y sus hipocresías, Sudor de Peregrino, suena a través de la dejadez del Abarca más punk, al juglar escatológico, cutre y ácido, protagonizado por unos riffs densos que enmarcan un halo negativo que nos lleva a coordenadas más tenebrosas y metálicas del grupo vistas ya en otros discos. Este es un mínimo común denominador que se repite en el EP: Mamá Ladilla están que muerden y hacen daño sin necesidad a recurrir a gritos ni dramatizaciones, solo es cuestión de insultos inteligentes como los del Hombre Blandengue —intro de El Fary mediante— o bien directamente “al cuello, hijos de puta” como bien reza Arrea. Al otro lado de mapa sonoro tenemos el tema más llamativo marcado por un claro estribillo, Todo A Sien, y Crisis, un corte con inmejorable temática que queda lastrado por unos coros más que mediocres —no pongo en duda la labor a las cuatro cuerdas de Juan Rojas (anterior bajista del grupo y con el que todavía se grabó este EP), pero en esto tenía un nivel de referencia demasiado alto para salir bien parado—.
Si bien ya no podemos esperar ese trío del que era un pilar básico Llors —como showman en directo, el carisma hecho carne, extraordinario bajista y el mejor cantante del grupo—, de Bilis me quedo con lo bueno. En primer lugar que Mamá Ladilla vuelven a sonar de la manera a la que “nadie le importa”, recuperando el espíritu de los viejos tiempos, y en segundo lugar, la colleja de rigor: ¡despierta, coño, deja de compadecerte y espabila!