Es complicada la vida del fan de Marilyn Manson. Creo que todos somos conscientes de que sus mejores tiempos están muy lejos, pero a pesar de que sus últimos discos andan entre lo malo y lo anodino, siempre estos siempre contenían alguna joyita oculta entre el barro que hacía que mantuviésemos la llama un poco viva. Tras el que seguramente sea su peor disco, Born Villian, Manson afronta el inicio de este año con nuevo trabajo tras su típica época de promoción con mucho titular llamativo.
A diferencia de otras veces, parece que Manson ha dejado de repetir que lo nuevo será su mierda más dura (he estado buscando a conciencia, pero seguro que el primer comentario será para desmontarme la teoría) y eso se refleja en su disco. Los momentos agresivos son más bien testimoniales y el disco parece apuntar en dos direcciones: por un lado, los momentos introspectivos y medios tiempos que tan bien le sentaron en Mechanical Animals, y el gusto por el rock más clásico y el glam más moderado que a ratos brillaba en su Eat Me, Drink Me. Por el otro lado, un casi inédito gusto por el blues que le sienta de maravilla. Vamos, que tras un par de discos de pura indefinición y ciertos guiños forzados a su sonido más metalero, parece que Manson ha decidido afrontar una madurez musical que llevaba demasiado tiempo evitando, que también se deja notar en sus letras, con muchas menos soflamas de las habituales.
The Pale Emperor empieza casi magistral. Sí, sí, magistral. Killing Strangers es uno de los mejores temas que ha sacado Manson en los últimos diez años. Un medio tiempo con una machacona base rítmica, el justo trabajo en los samplers que recuerdan a lo mejor de Mechanical Animals, y unas guitarras enérgicas sin el complejo de sonar como en el Antichrist Superstar. Y Manson gritando y emocionando. No esperaba escribir esto en pleno 2015.
Deep Six no pierde la comba: estribillos y melodías pegadizas, atmósferas oscuras, riffs gordos, jugueteos rockeros y de nuevo el justo sampleo que pide cualquier tema de industrial rock. Pero no se lo pierdan, que Third Day Of A Seven Day Binge también está muy bien, siendo quizás el tema que pedía a gritos el Eat Me Drink Me pero que no decidió aparecer hasta 8 años después: Manson en plan blusero sin renegar de su pasado pero mirando a algo nuevo y, sobre todo, interesante.
A estas alturas cualquier persona que haya disfrutado de Manson en algún momento de su vida y que no haya escuchado el disco estará que no cabrá en sí de gozo. El resto del disco sigue teniendo temas muy notables, quizás no tan buenos como la tríada con la que arranca, pero sin duda nos encontramos con las mejores composiciones de Manson en mucho. Pero llegan las malas noticias: también hay una serie de temas un tanto anodinos con desarrollos un tanto alargados (Birds Of Hell Awaiting o The Devil Beneath My Feet por ejemplo) que, junto a la homogeneidad de la segunda mitad, le hacen flaco favor al disco y hace que el interés del oyente vaya decayendo según avanza The Pale Emperor.
Aún así, Manson se despide de manera ambigua. Odds Of Even es una juguetona balada con lánguidas guitarras, que evoluciona a unas deliciosas atmósferas oscuras con un Manson con voz cavernosa repitiendo un “no-one is exempt from the odds of even” que suena casi a disculpas.
The Pale Emperor es un ejercicio de madurez que creo que pocos esperábamos ya a estas a alturas de Manson: retoma la evolución a la que apuntó hace unos años, la lleva más allá blues mediante, pero mantiene ese sello característico que siempre ha tenido su música. No es un disco perfecto (ni de lejos), pero tiene grandes temas y deja un muy buen poso. Ahora toca esperar otros tantos años a ver si esto ha sido sólo otro destello aislado de calidad o si vamos a tener que volver a tener en cuenta a Marilyn Manson como una banda interesante.