«30 years of bad cigars and homosexuality has ruined my throat», exclamó Michael Gira a mitad de set. Y no sólo se aquejó de su garganta: me temo que fue también uno de sus últimos conciertos con su mítica Guild electroacústica. Todo ésto lo cuento como aliciente para ver a este hombre en solitario: las grietas sólo se le ven ante la verdad de una electroacústica, un escenario y su inseparable Roland Jazz Chorus. Por cierto: desde el principio pidió que se iluminase también al público «to get some feedback from the audience». Es ese aspecto íntimo de un hombre tan rotundo en su arte lo que atrajo y atraerá a muchos a verle.
No quisiera llamar a engaño a absolutamente nadie: Michael Gira sigue imponiendo. Pese a su negro sentido del humor y mimada condescendencia entre canción y canción, sigue imponiendo. Desde una trabajada impasividad escénica y rotundidad en el ataque de su guitarra, eso sí. Los que fuimos por su faceta en Swans, tuvimos nuestro consabido premio: Jim, Oxygen (que aparecerá en el inminente To Be Kind), la siempre revienta-ventrículos Love Will Save You y A Piece of the Sky, Aunque el momento en el que de verdad pareció abrirse un agujero negro en el escenario y el volumen ganó en decibelios fue con la fantástica I See Them All Lined Up de su álbum Drainland.
Michael Gira sigue protegiendo esa mágica conexión directa que mantiene abierta con su inconsciente. No comparte el secreto, pero sí sus frutos: está artística y creativamente en plena forma y facultades, tanto con Swans como en solitario. Me sigue pareciendo enigmático. Y lo que tengo claro es que mientras tenga enigma en su aura, tiene mi curiosidad y tiempo.
Cartel promocional cortesía de Rafael Jaramillo