«El ojo es el primer círculo, el horizonte que se forma es el segundo; y en toda la naturaleza esta figura primaria se repite sin fin».
Con esta mística afirmación comienza el ensayo en el cual Ripley Johnson —Wooden Shijps— y Sanae Yamada se han inspirado para grabar su segundo larga duración. Disco grabado, según ellos, en el total aislamiento invernal de las Montañas Rocosas. Hasta qué punto todo este misticismo «hippiesco» es una fachada o la verdadera inspiración de su música solo ellos lo saben pero el hecho es que su disco está efectivamente impregnado de una magia mística, de una sensación de viaje espiritual hasta arriba de LSD que pocos discos me habían transmitido.
Su sonido bebe de fuentes como el rock psicodélico de los 60-70, el krautrock o el space rock —realmente son como unos Spacemen3 muy densos y pasados de rosca—. Un disco de sonido muy compacto, que intenta inducirnos en un trance de 40 minutos, un torbellino de loops, loops y más loops, riffs de guitarra distorsionados y teclados que se repiten hasta la eternidad acompañados de lineas vocales que tampoco se resisten a caer en esa monotonía. Un disco que engancha desde la primera escucha y en el que a veces uno se pierde —literalmente— sin saber si va por el tercer tema o el último.
El grupo, que defiende la filosofía de vivir la vida de forma simple y dejarse llevar, verdaderamente ha conseguido un álbum que transmite buen rollo y que es uno de los mejores del 2012.