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Opeth – Pale Communion (2014)

Con el salto estilístico realizado en su anterior referencia Heritage, un disco que nos dejó la sensación que el grupo liderado por Mikael Åkerfeldt se encontraba algo limitado en su nueva faceta de rock progresivo, Opeth vuelven con el onceavo disco, un trabajo que si bien no recuperará a sus huestes de metalhead de cabeza cuadriculada, debería servir para volver a ganarse la confianza del resto de su público.

Empeñados en seguir mirando atrás

Eternal Rains Will Come sale a puerta gayola de jazz y acidez. Compases imposibles que auguran un disco en el que Opeth sigue centrado en honrar a sus referentes musicales del rock progresivo de los 70, y que de metal apenas retiene su single Cusp of Eternity, compacto, tibio y memorable. Moon Above, Sun Below es otro rompecabezas de prog ortodoxo y Goblin un tema de pura psicodelia desarrollado a partir de un riff de la banda italiana de mismo nombre. ¿No ha evolucionado nada el progresivo desde hace 30 años o es que no debe hacerlo? Puesta encima de la mesa esta reflexión, yo me acabo decantando por ver esta nostalgia parcialmente innecesaria y elemento que juega en contra de un grupo que una vez tuvo una personalidad asombrosa.

Pale Communion sigue una línea continuista con respecto a HeritageÅkerfeldt no solo ha abandonado los growls, poco queda de metal, las guitarras se debaten entre la elegancia y la sofisticación, realizando fraseos rápidos, a veces por debajo de los teclados de Joakim Svalverg —el cual debuta en el grupo con el pie derecho —pero lejos de los afilados riffs de antaño. Puede que nos encontremos ante el disco más instrospectivo desde Damnation, en el cual podría haber encajado perfectamente Elysian Woes.

Un hemisferio sur caliente e impecable

River y Voice of Treason son las piezas más brillantes de Pale Communion. Ahí está el verdadero plus que esperamos de un grupo como Opeth: las transiciones estilísticas, la simbiosis de la acústica y la eléctrica, el poso de aromas procedentes del Medio Oriente, los teclados viajando aterciopeladamente por las guitarras, Åkerfeldt gustándose en los requiebros vocales y cuidando mucho el apartado vocal del disco. El siguiente paso en su evolución como cantante debería ser ir añadiendo más matices a su registro. Un hombre capaz de realizar unos guturales de bestia leviatánica no puede olvidarse de que existen grados de aspereza que vale la pena explorar.

Si a estos temas sumamos el baladón final Faith In Others, que se expande y retrae y vuelve a modificar su apariencia con la fluidez marca de la casa, conseguimos una segunda mitad de disco que gana en emotividad y frescura, y que deja patente que es justo cuando Opeth miran al frente y no al vintage cuando son realmente inapelables.

Cómodos en su nuevo hábitat

A estas alturas, alabar la técnica y visión musical de los suecos es demasiado innecesario. A sabiendas de haber cruzado un punto de no retorno estilístico —aunque Akerfeldt haya recuperado temas más death-metal para el directo— el reto estaba en aumentar la concreción de ideas de Heritage, aspecto que ha sido superado. Opeth han firmado un disco muy sólido, llenos de pasajes progresivos repletos de elegancia en los que demuestran que saben lo que hacen. Todo se mira a través del cristal de la década de los 70 pero afortunadamente, antes de acabar empachando, el grupo sabe reencontrar su personalidad, eso sí, bajo las coordenadas del rock.