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Perturbator – Dangerous Days (2014)

Sucede a veces que el humus del que se nutren las ideas de un músico —lo que comúnmente llamamos influencias— no solo proceden de esas grandes bandas o discos que marcan su adolescencia sino, como en el caso de James Kent, parecen brotar claramante a partir un marco escenográfico concreto, el de Blade Runner, Akira, el del cine retrofuturista de los años 80, el de los videojuegos como Syndicate, y el de las películas de horror sci-fi de John Carpenter.

No me culpes por la distopía cyberpunk de mi cabeza: soy un producto del cine y la TV

Bajo el alterego del Perturbador, el antihéroe de su escenario de ficción, el parisino James Kent desarrolla su fantasía sonora bajo un despliegue de sintetizadores y bajos realmente impresionante y que rápidamente le emparenta con otro interesante proyecto electrónico, Carpenter Brut, con quien justamente comparte un tema del álbum, Complete Domination. Los pulsos son incesantes, energizantes y sus líneas melódicas, además de adictivas, tienen un poso realmente oscuro que hace que no nos sorprendamos al conocer que sea justamente un sello especializado en metal, Blood Music, quien haya editado el disco.

Además de la intensa Perturbator’s Theme, los maquineros Raw Power y Satanic Rites, o She Is Young, She Is Beautiful, She Is Next, en clave de 16 bits, como buen androide, Dangerous Days también tiene una parte más humana y emotiva. Encontraremos colaboraciones de voces femeninas en Hard Wired —a cargo de Isabella Goloversic, muy New Order resultado final— y Minuit —por Dead Astronauts—, así como un corte más introspectivo, Last Kiss que da pie al desenlace, en forma de tema de 12 minutos, que es la gran batalla final contra Satán (encarnado como hardware) de Dangerous Days.

Bienvenido a Nocturne City, año 2088

La creatividad de Perturbator es arrolladora. No solo es el hecho de que sea capaz de mantenernos durante más de una hora disfrutando y sin hacernos perder un ápice de atención. Su propia música, lejos de repetir fórmulas, construye en nuestro cerebro ese mundo distópico imaginario, esa pesadilla urbana plagada de neones y bólidos del año 2088. Tener un poder así es algo verdaderamente asombroso.