Una vez más entregamos una crónica de lo que deparó en las 3 jornadas principales del Primavera Sound (un poco más reducida que anteriores ocasiones debido a las bajas de última hora entre el staff, lo que ha impedido llegar a un espectro más amplio de las actuaciones).
Festival patrio por excelencia en cuanto a la música alternativa y a las tendencias musicales se refiere, en esta edición PS no ha tenido muchas novedades o cambios significativos en cuanto a organización y gestión. Los eternos solapes nos hicieron volver a tener que tomar dolorosas decisiones, y el clásico ir y venir entre escenarios fue la norma. Como aspecto importante, hay que hacer mención al record de afluencia en el festival: 200.000 personas, lo cual propició que el festival colgara el cartel de sold out a la semana de que se desvelase el cartel completo. A pesar de todo ello el festival no se resintió en exceso por las multitudes, salvo por las esperadas aglomeraciones previas a los principales cabezas de cartel.
Aquí os resumiré brevemente los conciertos en los que estuve:
JUEVES
Algiers
El grupo llegaba al festival con un hype de aúpa después de facturar seguramente el mejor debut discográfico de 2015. Las expectativas se cumplieron y el grupo interpretó una misa negra de ghospel con fundamentos industriales. Somos muy afortunados de que en el rock vuelva a haber una voz con tanta pasión y raíz afroamericana (¿cuál es la última injerencia del soul en el rock que recordabais? ¿Living Colour?) y una cosa puedo avanzar: creo que lo mejor de esta banda todavía está por llegar.
Julien Baker
Es una pena que la organización le imponga a una cantautora de distancias cortas como Julien Baker tener que actuar en el escenario Adidas, con la gran interferencia que produce la cercanía del escenario Pitchfork. Su actuación en petit comité al día siguiente en el escenario Martini tuvo que ser mucho más agradecida. Aun así, la menuda Julien se sobrepuso a todo ello haciendo fluir toda la emotividad que encierran sus canciones.
Daughter
No tengo nada en contra de la actuación de Daughter, todo lo que quieren transmitir es certero y ortodoxo, pero personalmente su música se me hace demasiado plana, demasiado blanca.
Kamasi Washington
La banda del autor de The Epic comenzó tarde y sin probar sonido, con un Auditori hasta los topes. Su jazz de vanguardia corrió salvaje y desenfrenado, apoyado por unos músicos magistrales. Aunque hubiera deseado más protagonismo del saxo de Kamasi, el virtuosismo fue el protagonista. Tenía una hora por delante y en lugar de centrarse en su última y extensa referencia (que hubiera dado para mucho), la banda decidió picar aquí y allá, fusionando pasajes, incorporando colaboradores y desarrollando ideas. Quiero destacar a la vocalista Patrice Quinn por su fastuosa técnica vocal, la cual aportó magia y el encuentro con las raíces africanas. Reiterándome en lo dicho, hubiera preferido mayor concreción en The Epic y no dar minutos a una conversación entre los dos baterías que sí, nos dejó agarrados a la silla pero que no creo que aportara mucho a la actuación.
Floating Points
Si lo que nos encontramos en su trabajo discográfico es una electrónica de grandes amplitudes y belleza de proporciones áureas, su reinterpretación al directo está más relacionada con el space-rock o la música progresiva. La puesta en escena fue muy atractiva y el material de base de primera calidad (excepto por Kuiper, un tema nuevo de largo minutaje que creo no hace justicia a Elaenia), pero debido a las altas expectativas puede que la actuación no me llegase a entusiasmar del todo.
Har Mar Superstar
Mi presencia en el escenario Adidas fue breve pero tremendamente productiva. Sean Tillman es un anti-sex symbol y un showman que, partiendo de una sólida dote vocal (¿soy al único que su timbre le recuerda a Freddy Mercury?) entrega una deliciosa mezcla de funk, boogie y rock’n’roll que debería estar llenando escenarios mayores si no fuera por lo freaky de la propuesta. Este señor sabe lo que es el espectáculo cuando es capaz de cantar sin desafinar una nota al mismo tiempo que hace el pino.
John Carpenter
Arropado por proyecciones en una “gran pantalla”, el famoso director/compositor estadounidense interpretó junto a su banda los principales temas de sus películas, y como no pudo ser de otra forma, todo había que verlo desde el punto de vista de la época que retratan. Así fue que el público (la mayoría correspondíamos a las generaciones de los 70 y principios de los 80) acogió las píldoras musicales con la buena predisposición que surge de la nostalgia de la infancia. No puede pretenderse decir que su música tenga un gran trasfondo o ambientación más allá del suspense de rápido consumo, pero el entretenimiento estuvo asegurado.
LCD Soundsystem
No es un grupo que me pondría para escuchar en casa, pero lo que está claro es que para bailar es un seguro. Todos aquellos situados en la parte trasera de la campa, donde el público comienza a clarear, dejaron una ristra de perfomances dignas del mejor repertorio del free-style dancer alcoholizado.
Thee Oh Sees
Ya venía prevenido de actuaciones en años anteriores. Su actuación fue una entrega de nervio, músculo y sudor que está cimentada por la locura de su guitarrista/vocalista John Dwyer, todo un personaje. Me encantó poder disfrutar de su técnica de guitarra y la facilidad para sacarle armónicos a las cuerdas y de la constante sucesión de temazos. Lo recordaré como uno de los highlights del jueves.
VIERNES
Lubomyr Melnyk
El músico ucraniano es un virtuoso delante del piano y una persona realmente entrañable y humilde ante el público. Interpretó 3 piezas que explicó profusamente: Illirion, una pintura abstracta, una ensoñación acuífera; Butterfly, un tema más gentil que según la historia que contó fue creada en un piano olvidado en el hall de un hotel e inicialmente compuesta para los niños; y una tercera pieza a cuatro manos (la pista de base fue grabada esa misma mañana), Parasol, de su disco Rivers and Streams. El concierto se cerró con todo el mundo aplaudiendo en pie mientras el mismo Lubomyr sacaba sus cajas de CDs, LPs y partituras para quien le pudiera interesar. Una delicia.
Aliment
El adictivo garaje-punk-rock de los catalanes es otro seguro. El trío demuestra que ya tiene muchas tablas en el escenario y disparan sus temas con total efectividad y un engrasado juego de voces.
Viva Belgrado
Los de Córdoba se configuran como la propuesta más sólida del screamo nacional y su directo fue inapelable, cargado de fuerza, expulsado como un alarido desde muy adentro.
Titus Andronicus
La deriva de sus dos últimos discos ha hecho a Titus Andronicus una banda más apta para el público mainstream, con sus pros y sus contras. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras, el grupo siempre ha arrastrado una naturaleza tabernaria y cervecera, y finalizar el concierto con temas como A More Perfect Union o la versión del Blitzkrieg Bop de los Ramones siempre deja buen sabor de boca.
Savages
El grupo salió con ganas y pisando fuerte. Los temas de Adore Life ya tenían todos los pre-requisitos para funcionar como bombas en directo pero el público no pareció entrar de todo en calor. Intentado salvar la distancia con el público, la carismática Jehnny Beth saltó a la muchedumbre y se dio un baño de masas. A final, toda la entrega fue más que recompensada aunque yo tengo una pequeña queja con respecto al sonido: parecieron haberse olvidado del volumen de la guitarra.
Radiohead
Las ganas ante Radiohead que se dejaban intuir en el aire se hicieron carne delante del escenario. Como una masa que vibraba a cada gorgorito de Thom Yorke, el público, como organismo colectivo, se mostró bastante respetuoso sobre el nivel medio estimado de silencio. Aún así se oyeron quejas sobre el bajo volumen del sonido, aunque hay que tener en cuenta que en su primera mitad el grupo estuvo muy centrado en su último trabajo A Moon Shaped Moon, que está muy cargado de temas bastante suaves e intimistas. Afortunadamente empezaron a llegar otros temas más electrónicos y dinámicos, que fueron acompañados por una curiosa visualización en las pantallas organizada en modo cuadrícula, cada una centrada en un músico distinto, aunque no fue hasta que el grupo empezó a desgranar clásicos del OK Computer cuando los asistentes comenzaron a volverse prácticamente locos(*). El grupo, que siempre intentó desligarse de un mainstream del que nunca parece poder despegarse, nos dejó una recta final que nos enamoró y su cierre final con Creep, otra victoria más para el mainstream-cuñadismo que creo que no hace nada de gracia a Thom Yorke, ya no nos pilló por sorpresa.
(*) Anécdota: Fijaos cómo se vino arriba alguna gente, que una de las personas que tenía al lado se quedó literalmente en bolas cuando el grupo tocó Creep.
The Last Shadow Puppets
Podría ser por no albergar expectativas, pero The Last Shadow Puppets fueron mi revelación del PS16. Ya conocía a Alex Turner de Arctic Monkeys pero su asociación junto a Miles Kane de The Rascals no tenía sobre el papel muchas papeletas de encadilarme. Esto es así hasta que uno comprueba que su rock de estética retro, más propio de un festival de San Remo o una tarde en Puerto Banús, tiene mucho más calado y enjundia del que parece. Cierto es que hay mucho de espectáculo y que incorporar a un cuarteto de cuerda te proporciona un gran colchón, pero lo de Alex y Miles (el primero algo perjudicado por los licores) fue un chorreo de chulería y tablas apoyado en canciones escritas con una inspiración que deja a los últimos discos de Arctic Monkeys en un fraude. Se creen los reyes del mambo y lo mejor de todo es que lo son. Por mí, si Turner quiere seguir con su faceta de chico malo rompecorazones, que deje a los monos árticos tranquilos y se centre en The Last Shadow Puppets, la fórmula funciona.
Kiasmos
No me imaginaba que la propuesta electrónica de Oláfur Arnalds junto a Janus Rasmussen tuviera tanto tirón de masas. La pareja petó el escenario Primavera y lo más sorprendente de todo, el baile fue una constante.
SÁBADO
Autolux
La primera hora de la tarde del sábado estuvo bastante descafeinada. Los japoneses Boredoms eran demasiado experimentales para mi gusto, The Chills demasiado pop, Pájaro Jack sonaban demasiado indie nacional de palo y The Saurs me gustaron algo más con las revoluciones más altas y sus guitarras más distorsionadas. No obstante, el picoteo inicial acabó desembocando en Autolux. El grupo angelino dio un concierto bastante competente, a medio camino entre la distorsión del shoegaze y la calidez del dream-pop.
Brian Wilson
Vayamos a las claves. Brian Wilson es toda una leyenda, un señor que hace 50 años compuso Pet Sounds y sentaba las bases de numerosos géneros de pop/rock alternativo que estarían por llegar. Es loable y en cierta manera de agradecer para muchas personas que nunca más podrán disfrutar de los Beach Boys un tour en homenaje de dicho clásico, pero como puede esperarse el resultado no consigue reverdecer de la misma forma. Queda patente que su edad le impide desempeñar un papel demasiado protagonista en su actuación, y debe de ayudarse de otros componentes para salvar la papeleta vocal de agudos y falsetes, especialmente de Al Jardine (miembro fundador de Beach Boys) y de su hijo Matt Jardine. Si todo funciona es porque detrás tiene una banda de experimentados músicos que sabes que van a hacer bailar al público con temas como Good Vibrations o Surfin’ USA pero al final uno se queda con la imagen de Brian Wilson, postrado ante un piano que parece tocar y sin una sola mueca de estar disfrutando lo que está haciendo.
Drive Like Jehu
Estos sí que reverdecen los laureles de forma digna. Lo suyo fue un trallón, lleno de intensidad y de actitud sobre las tablas, y eso que ya peinan canas. A veces uno duda si toda esta mala leche es un velo para ocultar que ya no se encuentran tan finos, pero a poco que uno le eche de forma atenta el oído se da cuenta de que todo está realmente engrasado. Es una suerte poder recordar cómo se formó el post-hardcore y hacerlo de forma tan vívida.
PJ Harvey
No puedo tener una crítica muy exhaustiva y/o específica de la actuación debido a mi lejanía con respecto al escenario, pero considero que lo de PJ fue otro ejercicio de profesionalidad y majestuosidad sonora. Muy centrada en su último disco, The Hope Six Demolition Project, esta actuación suponía el arranque de la gira y de la presentación de su nuevo disco, otra compleja obra de fuerte carga sociopolítica y donde los saxofones son un instrumento protagonista. Una banda con músicos tan relevantes como John Parish, el ex ’bad seed’ Mick Harvey y Alain Johannes funcionaba a los designios de la reina rockera, la cual gesticulada cada estrofa engalanada en velos negros repartiendo magia por doquier.
Sigur Rós
Con una puesta en escena espectacular, el trío islandés sacudió los corazones de los que asistimos a su concierto. Inicialmente parapetados tras un telón semi-translúcido el grupo se empleó en su faceta más electrónica, abriendo con un tema nuevo, Óveður, y más tarde bajando al frente de la tarima para hacernos difrutar de sus temas más orgánicos. El setlist no fue precisamente un repaso de sus hits, sino selección más extravagante que picoteó entre discos y trabajos periféricos, como el EP Hapsol, lo que dio la sensación de que Sigur Rós podrían haber llevado la actuación a cotas más altas de épica, no obstante, momentos como el cierre final de Poppaglid son suficientes como para hacer llorar a alguno.
Moderat
El trío compuesto de la fusión de Apparat y Mode Selektor se equilibró entre su vena electrónica más dura y la parte más pop que aportan los vocales de Sasha Ring. Como ya ocurrió en la jornada anterior con LCD Soundsystem, suyo fue el trono de reyes del baile.