Volver a sacar a flote el legado del rock alternativo de los 90 y no acabar siendo un clon, o peor todavía, acabar enfangado en los tópicos del post-grunge es una tarea difícil; pero no para Quaoar. Para su tercer disco, los vascos podrían habernos entregado un puñado de canciones efectivistas y confortables; pero no ha sido así. Desde su primer trabajo Man’t el grupo se ha mostrado demasiado inquieto para los estándares del grupo medio de rock. Por mucho que los riffs y las melodías nos devuelvan aromas a Alice In Chains, Soundgarden o Pearl Jam, los desarrollos complejos, los requiebros inesperados, los estribillos difíciles y las estructuras indefinidas más cercanas al rock progresivo los ponen a años luz de otras propuestas más conformistas o encajonadas con etiquetas.
Huir de los clichés es posible si tienes una técnica brillante
En la primera mitad podríamos situar los momentos más memorables de Dreamers. Dreaming, no tanto en calidad como en cuanto al punch y a la fuerza desplegada. Tough Guy o A Big Hole rescatan esa mayor inmediatez metálica de su anterior trabajo The River & The Soul pero sin ocultar más tarde que estamos ante un grupo de rock con la mayor virtud en el género: la flexibilidad y la adaptación. Así, el registro del grupo es capaz de enternecerse con temas tan luminosos como Fable o Childish True Love, o bien enrarecerse en el tramo final con canciones densas y profundas de alargado minutaje que demuestran que, más que componer un disco contundente y eficaz, lo importante era dejarse llevar por la creatividad. Creatividad que, por otro lado, no es tan difícil de conseguir si tienes la brillante técnica de Quaoar.
¿Hace cuanto que no sientes escalofríos con un tema de rock?
Como digo, hablar de Quaoar no solo es hablar de grunge, también es hablar de una fuerte carga del hard-rock y del poso de virtuosos guitarristas como David Gilmour o Steven Wilson. A lo largo de todo el disco disfrutamos de tremendos desarrollos, riffs poderosos y galopadas de punteos que engordan los temas pero que, paradójicamente, hacen pararse al reloj en mi cabeza. Decir que hacía mucho tiempo que no sentía escalofríos con una canción, es decir mucho sobre lo emotivo que puede sonar Goodbye. Estoy seguro que en directo el tema será capaz de peinarte el pelo hacia atrás.
Quaoar lo han vuelto a hacer. La espera ha merecido la pena. Su producto discográfico no se prodiga en exceso pero tiene la solidez del paso del elefante. El quintento es en la actualidad uno de los mayores exponentes del rock nacional y solo espero que su virtud se traduzca en el merecido reconocimiento.