¿Somos libres? ¿Hemos llegado alguna vez a serlo? Riverside parten de esta premisa en su quinto álbum de estudio, una reflexión que rápidamente es contestada por Mariusz Duda en New Slave Generation: “soy libre pero no puedo disfrutar de mi vida”. Arrinconados en este escenario de rotundo realismo, si por suerte alguna cosa todavía podemos disfrutar es precisamente de la música, arte en el cual el cuarteto polaco es capaz de llevar al orgasmo a la misma Euterpe.
Si el rock progresivo pone en riesgo a muchos grupos de recurrir en demasía a su época dorada por excelencia, los 70, Riverside han superado el escollo y las expectativas que tan altas habían quedado con su anterior y sobresaliente trabajo Anno Domini High Definition. Es precisamente Celebrity Touch, primer single, el que dejaba mostrar el lado más psicodélico y setentero del grupo, pero solo era parte de un todo mucho más complejo y personal. Un trabajo que se hace valer más de la sensibilidad y de sugerentes melodías a media voz que de procurarse un camino rápido y fácil hacia el virtuosismo y la acidez, porque, aunque sin duda tendremos estos elementos, solo son fruto del propio devenir de las canciones.
Deprived es la piedra angular del enfoque velado y anhelante del disco, una pieza de claro sabor a Steven Wilson, que utiliza los teclados de forma oscura, totalmente en las antípodas del ácido hammond al que el grupo nos tiene acostumbrados, y que precisamente destacan en Escalator Shrine. El equilibrio es la principal baza de este disco, capaz de alternar temas nocturnos y sofisticados saxos con riffs de pura cepa progresiva.
Con menor inmediatez que su antecesor, Shrine of New Generation Slaves se perfila como un disco muy elaborado, seductor, fluido, extrañamente abierto a nuevos horizontes, pero tan creativo como podríamos esperar de la que seguramente sea actualmente la mejor banda de rock progresivo a nivel europeo.