Hablar ya de Russian Circles es hablar de un grupo de primera fila. Este trío norteamericano que sorprendió en 2007 con Enter y se fue encumbrado un año más tarde con Station, vuelve a la carga con Geneva, un disco en el que mantienen su post-rock/metal instrumental de atributos característicos: precisión y enfoque en la variación rítmica, y una percusión de bastante técnica. Por otra parte se invierten los patrones compositivos más clásicos del género —prefiriendo comenzar por el éxtasis y deconstruirlo hasta la calma— y poner en juego otra baza, la del bajo, instrumento que coge un gran protagonismo a manos de Brian Cook (Botch, These Arms Are Snakes) y que es el causante de que el disco suene realmente robusto y con un perfil bastante metalero.
Fathom ofrece una introducción muy inquietante, y vaticina que algo grande va a llegar. Con Geneva se ponen en marcha engranajes, se interconectan las ruedas dentadas, se retoma el pulso de muñeca en las guitarras y se coloca en primer plano unos toques de sintetizador. Al poco, comprobaremos ya que el bajo regirá el tema de forma majestuosa hasta el final. El resultando es de chapeau.
A partir de aquí el disco toma un carácter mucho más ambiental e intimista. Melee se mueve a terrenos preciosistas de arpegios y violines y Hexed All también supone una especie de interludio muy introspectivo.
Malko es un tema en el que la guitarra se divierte con el doble pedal y el bajo da un aire mucho más animado. Los dos últimos temas When The Mountain Comes to Muhammad y Philos parten de un gran oscurantismo para explorar tierras devastadas, volviendo a retomar violines y chelo que mistifican el conjunto, y dejan finalmente al oyente con una sensación de ¿qué narices ha pasado aquí?
Disco sobresaliente de una de las bandas de más interés en el post-rock desde el punto de vista de aquellos que también apreciamos otros géneros más duros y los juegos con las matemáticas en el pentagrama.