El quinto álbum del trío de Chicago ha llegado este año y ya tenemos una buena perspectiva de la carrera del grupo. Lo que en un inicio fue una propuesta renovadora y fresca, impresionante desde el punto de vista técnico, se había cargado en años anteriores de discos que bajaban el listón y que volvían a someter a Russian Circles a la necesidad de un cambio de rumbo. En cierta forma así ha sido, y con este disco se confirme la tendente querencia hacia el oscurantismo que se vislumbró en Empros. ¿Acabaría cuajando?
Lo mejor, cuando buscan nuevas formas
Tres son las canciones realmente brillantes en Memorial, las tres mismas canciones que el grupo interpreta en su actual gira de la que ya os hablamos. Deficit es el gran hit, un tema magnánimo, gordo como rey en su trono, en el que Dave Turncratz vuelve a convertirse en el líder del grupo con su carismática pegada en los toms, y coronada por el tradicional pulso de muñeca en los vibrantes riffs post-metaleros. El quid y gracia del tema es la de incorporar una pantalla sónica guitarrera integrada por una variación de acordes que a todas luces es heredada del black metal atmosférico, y que continúa el siguiente temazo, 1777. Este nuevo enfoque melódico hace el perfecto contrapunto a los momentos rocosos, aunque no comparto el gusto de una producción que se ha afanado por mantenerla a un nivel muy lofi.
Chelsea Wolfe, un seguro
La duquesa del invierno hace gala de aparición con sus compañeros de Sargent House en el tema final del disco Memorial, que comparte la misma base que el corte de inicio Memoriam. El tema es una pieza acústica, muy a la medida de la norteamericana, con un resultado tan eficaz como podríamos esperar: sale a flote los momentos más bellos y místicos del disco.
Lo peor, lo que ya hemos escuchado en anteriores discos
Que el resto del disco sea tan apático, no es tanto por ser en buena parte relleno, si no por ser un nuevo intento de volver a jugar con las mismas cartas de siempre. Así, los lentos desarrollos post-rock tremolado de Cheyenne quedan apáticos, el pesado post-metal de Burial parece descafeinado a pesar de ese interesante halo de malignidad, el ya trillado desarrollo decorado con tappings en la guitarra convierte a Ethel en una canción en la que no pasa nada, y Lebaron no consigue cuajar una estructura llamativa para su colorida textura de guitarras. Todo esto lastra y desequilibra un disco que apuntaba muy buenas ideas, y que quedará como otro intento fallido de Russian Circles por recuperar la garra que demostraron en sus inicios, cuando entraron en el mundo del post meándose en las esquinas.