Nadie está exento de defectos. La debilidad es algo inherente al ser humano y como tal hemos de aceptarla y reconocerla. A poco que pongamos en común la filosofía básica de las distintas artes marciales veremos que la gestión de esta debilidad es un principio básico de actuación en todos los estilos de lucha para conseguir la excelencia. Conocer los puntos débiles del oponente y fijarlos como objetivo no solo forma parte de la estrategia ofensiva; el fin último del entrenamiento es pulir los defectos, aumentar la disciplina, caerse diez veces y levantarse once, eliminar cualquier rastro de debilidad.
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Sevendust, los artistas marciales
Llegar al 11º disco sin ningún descalabro y y con la misma alineación que cuando iniciaron su trayectoria hace 25 años, es ya para inducir al respeto
Si llevásemos estos principios marciales a la música, Sevendust serían unos senseis de primer rango. Co-responsables de darle forma al numetal junto a otros grupos pioneros de la primera hornada, los de Atlanta tuvieron su mejor momento de forma paralela al auge de la escena. Con la muerte mediática del género avanzados los 2000, las bandas que un día montaban el mismo barco empezaron a intentar salvarse del desastre mutando a nichos adyacentes, desentendiéndose de cualquier prueba de ese pasado, pero Sevendust mantuvieron la estrategia del honor: se mantuvieron con sus señas de identidad intactas. A pesar de que no volverían discos tan sólidos como Home o Animosity, el grupo siguió publicando discos con una constancia envidiable en los que nada brillaba demasiado pero a los que no se les podría achacar ningún descalabro. Llegar al decimoprimer disco en estas circunstancias y con la misma alineación que cuando iniciaron su trayectoria hace 25 años, es ya para inducir al respeto.
Las querencias hacia terrenos prog adivinadas en anteriores referencias como Black Out The Sun tienen en esta obra su máxima expresión, hasta el punto que no sería descabellado trazar símiles con otros grupos de djent como Tesseract. Estamos ante un disco de gran protagonismo de los guitarristas donde, Lowery y Connolly, además de ofrecernos sus característicos breakdowns y sus pesados fraseos, aportan un sinfín de recursos a la paleta sonora, alcanzando un nivel técnico nunca antes visto. Olvidaos de los Sevendust empeñados en el mismo estribillo melódico sobre la base de acordes, en Kill The Flaw siempre está pasando algo por detrás de la melodía. El dinamismo es su factor clave, y la poderosa voz de Lajon Witherspoon (el cual sabiamente recupera ciertos momentos de guturalidad) sabe sacarle provecho, cabalgando las olas metálicas y volviendo colorido todo lo que antes rozaba lo predecible y gris.
Estamos ante un disco donde los guitarristas son protagonistas. No es descabellado hacer símiles con otros grupos de djent
Aunque los mejores temas están claramente al inicio de las dos mitades, cada corte tiene un enfoque distinto y en ningún momento se produce un bajón cualitativo. Thank You abre a pecho descubierto apoyándose en sintetizadores y una producción muy trabajada; Forget nos deja pinceladas en el puente que harán la delicia de los proggers; Cease & Desist nos trae de vuelta el sonido de las raíces noventeras del grupo; Chop nos sorprende por la perfecta mutación del electro-folk de la estrofa a los riffs más salvajes y efervescentes del disco; y Torched nos muestra un hipotético cruce de Nonpoint con el metal sincopado.
Ni un punto débil
Si Kill The Flaw hubiera sido como los cinco anteriores discos no estaría escribiendo esta reseña. Este disco recupera el brillo del grupo como hace muchos años no escuchábamos trayendo nuevas influencias pero manteniendo las señas de identidad. No hay atisbo de debilidades. El grupo se ha convertido en una roca, una maquinaria bien engrasada con un método de composición, conservador (en estructuras), pero macizo y refrescado por el refinamiento técnico de sus guitarristas. Lo que hacen 25 años de dedicación y disciplina.