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Shining – One One One (2013)

Hasta hace apenas un siglo, nada en el arte podía concebirse fuera de lo que podríamos llamar como atributos intrínsecos del mismo —la armonía, la simetría, la proporción, la mitificación del elemento natural, etc.—. Ese antiguo concepto en el que la belleza se medía por dichas virtudes, no tardó en verse asaltado por corrientes innovadoras que, en opinión del que suscribe, podrían definirse como el mayor paso cualitativo de la evolución artística del siglo XX. En esta revolución no podía ser ajena la música, y sus corrientes de búsqueda de los extremos pronto el ruidismo, la irregularidad de los patrones rítmicos, la distorsión, y en definitiva, la pérdida de los cánones clásicos de la belleza, han pasado a la vanguardia. He aquí donde el grupo noruego Shining edifica sus cimientos: en el más puro culto a la perversión sonora como alternativa a la belleza cuerda.

Reconstruyendo una cordura irrecuperable

Discos como Grindstone, pero especialmente Blackjazz jugaban con estos elementos, generando pastiches inclasificables que enlazaban una base metálica con la mayor de las aberraciones jazzísticas. El complejo resultado podría hacer vomitar a un purista de los sonidos clásicos tanto como abrir una nueva sensibilidad al feísmo como tendencia artística.

Es por ello que One One One nos pille tan a contrapié. Si soy sincero, es la primera vez que a la finalización de una primera escucha de un disco de Shining he podido comprobar la inexistencia del dolor de cabeza. I Won’t Forget abre con un rock potente —sí, puro rock— y una melodía sin precedentes. El acercamiento, seguramente no planificado, a propuestas de metal industrial más agresivo es patente en unas guitarras que siguen manteniendo esa distorsión tan adulterada al tiempo que la batería marca ritmos marciales —que no predecibles— cual infernal maquinaria sin descanso.

La emulsión no da tiempo a cortarse, la desestructuración de los temas no es crítica. Incluso temas como Blackjazz Rebels somete al conjunto a una táctica básica de la composición tradicional popular: la repetición. Esto atenta radicalmente contra la mecánica tradicional de Shining. Es indiscutible que la accesibilidad y el retorno a las pautas más digeribles se han producido, pero ¿esto quiere decir que Shining son ahora un grupo de rock convencional? Relativamente sí si comparamos con anteriores trabajos. En la práctica, no.

La falsa estandarización

How Your Story Ends da la vuelta a la tortilla. Shining construyen el tema desde la psicosis de la rítmica y es el saxo distorsionado el que lleva la varita. No podemos decir que el grupo haya rebajado la excentricidad de su propuesta al menos a un nivel menor de lo que podrían hacerlo The Dillinger Escape Plan a los cuales incluso recuerdan en su faceta más normalizada en temas como Off The Hook, donde los giros se llevan, de forma novedosa, a las voces. De hecho, este proceso de estandarización es falso, solo ocurre que el esfuerzo de extremificación se ha llevado en otro sentido: al de dar una vuelta de tuerca más en intensidad de ritmo a los patrones del rock.

No me llames loco, llámame diferente

Conforme el disco se aproxima al final y Shinning siguen sin tregua ahondando en su locura: temas como Walk Away o Paint The Sky Black, los temas más accesibles, solo parecen un recuerdo tenue del pasado. Y aunque no ha habido adoctrinamiento ni paños calientes, Shining nos han dejado un paquete envuelto de una forma más atractiva, pero que sigue estando lleno de instrumentos afilados. Una opción perfecta para aquellos que nunca se atrevieron a penetrar en su mundo o incluso para aquellos que habiendo penetrado lo consideran demasiado tenebroso.

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7.5 / 10 stars