Antes de arrancar, el festival ya había creado bastante revuelo. Su edición británica había sido cancelada. Aquí, dos semanas antes, la organización anunciaba un cambio de recinto y la supresión de uno de los escenarios previstos, de forma que únicamente habría dos, haciendo necesario que los conciertos se solaparan en un buen porcentaje. Si esto era poco, de las 30 bandas previstas solo actuarían 26.
Aunque no quita que a muchos de los asistentes les creara un gran trastorno estos cambios de última hora, una vez aterrizado al recinto del festival, se pudo comprobar que sus dimensiones no eran tan exiguas como parecía, además que el problema del polvo, que fue algo muy serio en ediciones pasadas, prácticamente desapareció.
Por las clásicas obligaciones de ser un mortal currito, el primer concierto al que pudimos llegar fue a los finlandeses Sonata Arctica, que no consiguieron llamarnos la atención con su edulcorado power-metal. Tampoco lo consiguó Kobra and the Lotus, con un sonido potente pero con una cantante empeñada en no dejar de utilizar altísimos registros.
Limp Bizkit fue el primer grupo que nos creó algo de expectación, al menos por saldar una deuda con el pasado, cuando cancelaron en Festimad 2001. Con la baja de DJ Lethal, el rescate de John Otto, y los malos resultados de su último disco Gold Cobra, el grupo no estaba atravesando lo que se dice un buen momento. Su actuación fue cumplidora, más por el buen hacer de Wes Borland y Sam Rivers que por la actitud de Fred Durst, con canciones muy repartidas por su discografía, entre las que destacó Take A Look Around, que hizo moverse a un público algo reticente. Pero tras la clásica invasión de féminas en Faith, fue más que necesario moverse al segundo escenario donde Kyuss Lives! estaban dando una lección de rock. A pesar de que no se encontraba entre sus filas Nick Olivieri, con causas judiciales abiertas, su sustituto Billy Cordell hizo que nos olvidaramos rápidamente del ex-QOTSA destacando por la contundencia de su bajo y mucho más activo que el guitarrista Bruno Fevery. El grupo creó magia con temazos de la talla de Green Machine, 100 Degrees u Odyssey. A pesar de no contar con su formación original, quedó claro que Kyuss Lives! son más que una digna representación de los creadores del desert rock.
El concierto de The Offspring no lo recordaré con cariño, no porque el grupo fallase en la ejecución de los temas, de hecho fue impecable, sino por la elección de un setlist que con todo el respeto, fue de lo más “moñas”. Más allá de unos pocos temas de Smash, el grupo engrosó su repertorio con todos los singles de sus últimos discos como The Kids Aren’t Allright, Walla Walla, Hit That, Original Prankster, Why Don’t You Get a Job?, Falling —siempre me supo a calco de otros temas anteriores—, Pretty Fly (For A White Guy) y su último sencillo, Days Goes By, un tema de rock de adultos, a años luz de sus geniales creaciones de los 90.
Y por fin llegó el gran momento del viernes. La vuelta de uno de los grandes de la escena de Seattle, Soundgarden. Con la portada del Badmotorfinger de telón, el grupo arrancó con Searching With My Good Eye Closed, con un sonido que pareció salido de detrás de un muro. A partir de entonces, creo que el sonido mejoró, pero no se si fue una percepción objetiva o es que entré totalmente en trance. Aupado por un poderoso reverb, Chris Cornell, que ya no osa ni intentar centrar las notas más agudas, tiró de fuerza y desgarro en las partes más altas, consiguiendo que el conjunto sonara aún más abrasivo de lo que temazos como Spoonman o Jesus Christ Pose estaban consiguiendo. Con este setlist, que incorporó una buena dosis de su faceta más metalera de sus inicios —Gun, Ugly Truth o Hunted Down— , y con el espectáculo que nos brindó el también batería de Pearl Jam Matt Cameron, todavía no consigo entender la desidia del público. A pesar de que su nuevo y popero tema Live To Rise dio un pequeño bajonazo, Soundgarden aplastó cualquier otro pretendiente a ganar el primer puesto del viernes con himnos de la talla de Fell On Black Days, The Day I Tried To Live, Outshined, el impresionante Rusty Cage, y por supuesto su mayor éxito comercial, y el mejor recibido de la noche, Black Hole Sun. Como el bajo que Sheperd dejó encendido tras el final del concierto, en mi cabeza todavía se puede escuchar los ecos de este mejorable pero disfrutadísimo concierto.
Para cerrar esta jornada teníamos a Machine Head con altas expectativas. Los californianos basaron su concierto en su último disco The Locust, omitiendo totalmente sus éxitos noventeros y rescatando otros temas como Halo de su The Blackening, no sabemos si por culpa de los retrasos que se habían producido durante todo el día. Más allá de la poderosa maquinaria instrumental del grupo, el mal balance del sonido (el doble bombo a veces se comía a otros instrumentos), la dejadez de Robb Flynn en las partes más melódicas, y por esa especie de tendencia de Machine Head en sus últimos discos de conseguir siempre el adjetivo de “el más rápido”, “el más épico”, “el más metalero”, hice que me retirara a descansar con un sabor agridulce.
Fotos: Sonisphere Facebook