El tiempo transcurrido hasta la salida de King Animal me sumió en la inquietud. La sombra domesticada y radiable de la banda sonora de Los Vengadores planeaba cerca, pero los nubarrones desaparecieron en el mismo momento que el disco arrancó con Been Away Too Long y la carne se me volvió a poner de gallina.
Si algo transmite King Animal es que está hecho sin pretensiones mayores de las debidas y eso es bueno (en su mayor parte). Queda palpable que los integrantes de Soundgarden están en un punto de madurez que les hace estar por encima de muchas cosas y ello ha propiciado que no hayan pretendido re-inventarse ni firmar una nueva vuelta con acentos nostálgicos a la que tacharla de back to the roots aka «ya no tenemos ideas nuevas». King Animal son canciones de su “aquí y ahora”. Un punto del espacio-tiempo que parece haber seguido el curso de Down on the Upside, pero habiéndose enriquecido con mil matices adicionales.
En lo que respecta a Chris Cornell no podemos encumbrarle pero tampoco criticarle injustificadamente. No da más de lo que puede y aún así apabulla. Sabemos que ya no es ese vocalista de registro inhumano que fue en su mejor momento, pero sigue manteniendo una ejecución impoluta y moviéndose a su antojo por las canciones, impulsando los temas a momentos impactantes con sus agudos quebrados como en el contundente Non-State Actor. Escucharemos sus mágicas melodías con esa herencia setentera, como podemos sentir en By Crooked Steps, un nuevo experimento de disonancias y psicodelia al puro estilo de los de Seattle pero que sin embargo no nos hace echar la vista atrás. Las guitarras nos siguen dejando patidifusos, y la amalgama de acordes y punteos se impone incluso por encima de los temas melodiosos como A Thousand Days Before. Llegados a este tema —y en lo que resta de disco— el bajo de Ben Shepherd está brillando tanto, y con un estilo tan libertino, que no creo que me queme la mano si sostengo que sus cuatro cuerdas han sido una de las claves del frescor de este disco. De hecho es el compositor principal de temas como Attrition, el tema más rápido del disco y muy orientado al rock clásico.
A base de habernos sepultado de riffs cañeros, la llegada de Bird of Bones nos sorprende con ese medio tiempo en el que gozar con los maravillosos y complejos beats de Matt Cameron, y queda más que sentado que el tema está hecho para subir muy alto. Taree, con una transición perfecta, nos vuelve a embriagar con una gracia sinuosa y groovy.
Tras el sprint de Attrition, el disco baja revoluciones y posiblemente de pasión. Black Saturday deja un aroma jazzy y arreglos de viento, y continúa con la balada Halfway There, un tema algo más insípido, y principalmente acústico, que recuerda a los últimos trabajos de Cornell en solitario. El ruidismo de Kim Thayil en Worse Dreams se fusiona con otro de los grandes momentos de Shepherd consiguiendo un abrasivo jamming final. Eyelid’s Mouth acierta en el toque más primigenio de Soundgarden, el que demostró que era un grupo demasiado poco convencional para poder encajar en la horma grunge.
Rowing pone el broche final alentándonos a seguir remando, y ahí no tenemos nada que discutir. Lo haremos como lo han hecho los miembros de Soundgarden, que dejaron atrás todas las rencillas internas que acabaron dinamitando el grupo tras su infravalorado Down On The Upside. Hemos esperado largamente la vuelta, pero ha merecido la pena.