(Este texto aparecía originalmente en el nº3 de la revista Ctrl Rock Mag)
Todos tenemos grabado a fuego en lo más profundo lo que supone una ruptura sentimental: Un proceso que canibaliza sentimientos, los deglute sin compasión y los vomita convertidos en demonios interiores que luego tenemos que exorcizar. Transforma a personas que compartían un lazo profundo y visceral en dos perfectos extraños, o peor aún, en seres que no pueden volver a mirarse sin sentir como se les retuercen las entrañas. Tanto marcan estos sucesos, que es imposible cuantificar la cantidad de canciones nacidas de los rescoldos de una relación que se ha consumido como el papel ante la llama.
Darkest Days es un disco casi conceptual que bucea en esa concatenación de sucesos que nacen del fatídico final de una relación. Un viaje por el dolor y la ira, la desesperanza y el anhelo, el orgullo y la melancolía. Una montaña rusa de sensaciones que te eleva hacia la luz haciéndote creer que estás cerca del final del infierno, para posteriormente hacerte descender de nuevo, dónde las mismas sombras de las que huías te están esperando con las fauces abiertas dispuestas a perseguirte otra vez.
Nacidos a finales de los 80 en Chicago, el sonido de Stabbing Westward fue poco a poco asimilando los matices oscuros y rabiosos de Nine Inch Nails, pero sin alcanzar el mismo grado de profundidad y visceralidad. Se hicieron un hueco en la escena del rock alternativo/industrial de los 90 con sus dos primeros trabajos, Ungod y Wither, Blister, Burn & Peel, y parte de su éxito se debió también a la capacidad que demostraron para componer temas accesibles y aptos para los cánones de la MTV de esos años, pero también a un incansable trabajo de promoción que les llevó a abrir para grupos tan dispares como Monster Magnet, Sex Pistols o Depeche Mode.
Presionados por el sello, Stabbing Westward afrontaron la grabación de su tercer álbum con el añadido de sus problemas personales y las tensiones internas entre los miembros. Esto, que de tan repetido en multitud de ocasiones con otras tantas bandas se ha convertido en un anatema, se nota en el sonido del álbum. Mucho más oscuro, melancólico y denso que sus predecesores, en el apartado técnico sorprende el giro hacia los sonidos más electrónicos comparado con sus anteriores trabajos, dónde primaba mucho más lo orgánico. Esta vez los sintetizadores saltan a un primerísimo plano compartido con las guitarras, cuyos precisos y nítidos riffs abarcan con fidelidad desde afiladas explosiones de rabia hasta lamentos y sollozos. La puntilla la da un Christopher Hall pletórico a las voces, susurrando y explotando como si todas y cada una de las canciones le quemaran por dentro.
Darkest Days no es un disco líneal, en el sentido de que no cuenta una historia al uso como suelen hacerlo los discos conceptuales, si no que se convierte en esa retorcida y malvada montaña rusa que mencionaba más arriba. No hay términos medios, se trata de un viaje de un extremo a otro tal y como son nuestras reacciones durante los días posteriores a una ruptura. Los títulos explícitos de las canciones son un fiel reflejo de lo directo de las letras, lejos de figuras retóricas retorcidas y con vocación de ofrecer un fresco que rezuma sangre y lágrimas: La autoflagelación de Everything I Touch, el anhelo en You Complete Me, la angustia en Drowning, el orgullo en The Thing I Hate…. El broche de oro lo pone ese panegírico a la añoranza y el deseo, la bellísima Waking Up Beside You. Uno de esos temas que por sí solos justifican discos enteros.
A pesar de conseguir que el single Save Yourself (el tema más abiertamente comercial de todo el disco) se radiara bastante a menudo, la calidad del trabajo no bastó para superar las ventas de su anterior trabajo. Antes de empezar la grabación del sucesor de Darkest Days —con la ayuda del productor Bob Rock—, Columbia Records decidió rescindir el contrato con la banda y Stabbing Westward, el disco, salió bajo Koch Records —una discográfica independiente— en 2001. Un año después, los caminos de los miembros de la banda (manteniéndose únicamente el vocalista Christopher Hall y el teclista Walter Flakus desde el principio) se separarían de forma definitiva.