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Steven Wilson – The Raven That Refused To Sing (And Other Stories) (2013)

A pesar de algún fiasco puntual en alguna de sus múltiples colaboraciones y producciones con otros artistas (Storm Corrosion, ejem), Steven Wilson sigue siendo una de las figuras más talentosas y admirables dentro del mundo del rock progresivo. Con Porcupine Tree aparcado hasta nuevo aviso, y solo con otro disco en ciernes —la cuarta entrega de su asociación con Aviv Geffen en Blackflied—, Wilson nos presentaba este año su tercer trabajo como artista en solitario, un disco conceptual inspirado en los cuentos góticos de Edgar Alan Poe y Arthur Machen.

Si con Insurgentes todavía se mostraban querencias rockeras más propias de Porcupine Tree y con Grace For Drowning supo crear un tremendo lienzo donde pintar sin prisa la cosecha de su creatividad y su experimentación orientada hacia múltiples direcciones (jazz, texturas de acústicas y pianos, electrónica, vientos, estructuras caprichosas, preciosismo, sintetizadores), ahora Steven Wilson ha decidido recurrir a un enfoque más conservador —entendido siempre en el rico contexto del rock progresivo— más abrigado dentro de los pilares fundamentales del género, lo que no es óbice para una menor brillantez de sus ideas.

Luminol es el claro ejemplo del prog más tradicional, un tema fulgurantemente dinámico, con instrumentos que se van relevando, mutando y renovándose. Los fraseos vocales surgen de forma inesperada y los vientos de flautas y trompetas le otorgan un toque exótico. Steven Wilson deja patente desde el primer momento que aquí hay magia. No por divagar en terrenos ignotos, significa que el británico esté perdido. Nada más lejos. Sin darnos cuenta el tema regresa al punto de partida, y en ese momento nos sentimos maravillosamente iluminados. Solo The Holy Dinker volverá a echar mano de estos momentos más duros. La oscuridad que envuelve el tema insinúa las formas del Heritage de Opeth —el tema podría haber pasado totalmente desapercibido en dicho disco—, aquelarre de fuego y ácida ensoñación.

Por otro lado temas como Drive Home, una balada con final plenamente rockero (maravilla en el desenfrenado punteo de guitarra); The Pin Drop, con un toque más Porcupine Tree y con un espíritu elevador; o The Watchmaker, un tema introspectivo y bucólico, casi campestre, y con un final caleidoscópico, son la faceta más melancólica del disco, y en adicción, el gen predominante.

El disco echa el cierre el tema homónimo tributo a Poe cerrando el círculo de nostalgia y sensibilismo, echando mano de violines y arreglos sinfónicos, dejando un agradable sabor de boca final. Steven Wilson ha vuelto a marcarse un sobresaliente en su obra en solitario, demostrando que es un artista no solo ducho en la teoría de la música progresiva, también sigue teniendo ideas y éstas son brillantes.