Si habéis estado muy apartados de la prensa musical los últimos 2 años quizás no sepáis que en 2012 Swans sacaron The Seer, su segundo disco tras su vuelta a la actividad en 2010. Los planetas se alinearon (con la ayuda de Pitchfork) y la veterana banda liderada por Michael Gira consiguieron el reconocimiento que en cierta manera se les había negado durante su carrera, gracias a que The Seer en sin duda uno de los mejores discos de los últimos años, una obra de rock colosal que además han sabido defender en directo con una magistralidad al alcance de pocos (todavía reverberan mis tímpanos con el conciertazo que dieron el año pasado en el Primavera Sound). Como es lógico, To Be Kind era uno de los discos más esperados de este 2014, sobre todo sabiendo que Michael Gira es un hombre que está de vuelta de todo y era complicado que se dejase llevar por la presión y las buenas críticas.
Y así ha sido, Swans totalmente ajenos a todo, han hecho sus deberes y se han marcado otra vez un disco tan fascinante como The Seer (si no más). La mezcla de kraut, noise rock, folk y post rock primigenio sigue ahí, de esa manera que parece que sólo Swans sabe hacer. Pero aún así no nos encontramos con un disco continuista, sino que el sonido de la banda sigue mutando tema a tema, consiguiendo lo que muy pocos logran: mantener una marcada personalidad sin resultar reiterativos. Para muestra A Little God In My Hands, un tema que deambula entre el funky y el kraut (!!), que en manos de otra gente seguramente llegaría a sonar hasta ridículo, pero que para Swans no deja de ser la enésima pirueta exitosa al borde del abismo sonoro al que les gusta asomarse con tanta frecuencia.
Se podría decir que To Be Kind es menos rocoso que The Seer, resultando un punto de entrada más sencillo para el sonido de la banda, a pesar de ofrecer de nuevo un sonido muy poliédrico, en el que hay que hay que entrar al detalle de cada tema para ver que ofrece. Y es que difícilmente se puede resumir un disco que contiene temas como Screen Shot, que pasa del mantra a la fanfarria con una naturalidad pasmosa, o Just a Little Boy (For Chester Burnett) donde la banda nos deleita con un tema de blues pasado por su filtro. Si es que hasta Bring the Sun/Toussaint L’Ouverture daría para párrafos enteros con sus constantes idas y venidas sonoras en su más de media hora de duración, en el que en su primera mitad nos muestran cómo debería sonar el post-rock: duro y potente en sus subidas, pero jamás inocuo en el crescendo previo.
Y es que Swans parecen querer dar a lo largo de To Be Kind una clase de como debería ser el rock: que salga de las tripas, que deje hueco a la improvisación a la locura, pero sin dejar de estar planeado y justificado, haciendo incluso que en los momentos más caóticos todo tenga su motivo. Nos demuestran que se puede hacer un disco donde no esté reñido lo violento (final de Bring The Sun/Toussaint L’Ouverture) con lo emocional (To Be Kind). Que lo denso no está reñido con lo bailable (A Little God in My Hands). Que una banda que puede enloquecer totalmente (Oxygen) también puede resultar delicada (Kirsten Supine, inspirada en Melancholia de Von Trier). Todo con una producción que debería hacer llorar a tanto artista reconvertido en productor-estrella, con la dificultad añadida del rico instrumentalismo que tiene el disco.
Decimos que To Be Kind de Swans es un discurso sobre la visión de Swans (y más en concreto de Michael Gira) sobre cómo debería ser el rock en concreto y la música en general. Obviamente hay que darse unos cuantos paseos por el disco para sacar todo el jugo que nos ofrece, pero la moraleja que nos deja es sencilla: la música sin ataduras es la mejor música. Y no hay mejores maestros que Swans para enseñar esto.