“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Romanos 8:18. Así reza el capítulo de la Epístola de San Pablo a los Romanos que The Devil Wears Prada, de abiertas creencias cristianas, han utilizado como inspiración para el título de su quinto LP. Bien, apuntes históricos aparte, vamos con lo interesante del disco. Recogiendo el testigo de Dead Throne, The Devil Wears Prada llegan este año con un trabajo cargado de nuevas ideas, dando un paso más hacia adelante por no quedarse anclados en el mismo sonido de siempre. Ya con el anterior disco se vieron pequeñas pinceladas de evolución (como vemos en temas como Chicago) y no repitieron exactamente la misma fórmula de su exitoso Zombie EP. Pero 8:18 esconde una elaboración mucho más arriesgada que calará en el oyente desde su primera escucha. Los de Ohio parecen haberse dejado empapar bien por otros sonidos ajenos a su círculo durante estos dos últimos años y esa inspiración ha quedado plasmada durante todo el disco. Al oír la nueva y lastimosa voz de Mike Hranica (maravilloso trabajo) es inevitable pensar que estos chicos han querido introducir un nuevo aire “screamo” que además es reforzado por unos teclados sinfónicos bastante más emotivos de lo normal. Unos teclados que por cierto, cumplen sobradamente tras la baja del antiguo teclista James Banehy (la primera para un grupo intacto desde sus orígenes hace ya ocho años).
El disco se presenta con Gloom, de tétrica atmósfera y unos riffs de guitarra demoledores. Junto a Rumors y First Sight suponen tres temas bastante característicos para la banda ya que una vez más, han sabido transmitir esa sensación de agobiante oscuridad que tanto les caracteriza, una rítmica contundente y esos estribillos melódicos que levantan tantas ampollas. Qué decir de la voz melódica, cuando es una de sus principales señas de identidad y que da sentido a la expresión “bíblica” de su música. Personalmente, siempre ha sido la parte que menos me gusta de sus discos pero en 8:18 están muchísimo mejor trabajadas que en anteriores entregas. Es más, por fin han roto con ese concepto que arrastraban disco tras disco de componer «estrofa – estribillo melódico – estrofa – estribillo melódico – estrofa» y hemos descubierto que pueden sorprendernos gratamente con temas como War o la propia 8:18.
Punto y aparte merece este momento pues nos damos cuenta de que la música de The Devil Wears Prada tiene algo más que contarnos, transmitiendo sensaciones nuevas que antes no conseguían. Es inevitable que War te toque la fibra sensible con su brutal contraste de sonidos y la aportación de los teclados. 8:18, la canción, deja los posos de un tranquilo pasaje de post-rock y Care More, de corte puramente electrónico es un alarde más de todo lo mencionado anteriormente. Tras todas ellas llega Martyrs, uno de los primeros adelantos y eje del disco, sólida, contundente, ofreciendo un respiro a la voz melódica en el momento justo. Todas ellas forman un gran bloque a mitad del disco, donde encontraremos la mejor parte del mismo. Por el camino me dejé Sailor’s Prayer, aunque me ha parecido el tema más insípido. En su faceta más tradicional me han parecido bastante mejores Black & Blue o Home For Grave. Antes de llegar al final del disco nos cruzaremos con Transgress, la canción que más me ha acabado atrapando, porque lo cierto es que no acababa de cogerle el punto y no sé muy bien con qué piel viste, pero desprende una magia y una belleza muy peculiar.
Terminaré. 8:18 me ha gustado muchísimo, ofrece lo que podría esperar de un grupo como The Devils Wears Prada, efectivos temas de metalcore como Gloom, Rumors, Black & Blue y sobretodo Martyrs, pero además aplaudo ese gran trabajo y tiempo que se han tomado por ofrecer algo distinto en varios temas del disco. De echo, me encantaría que siguieran trabajando en esta línea en próximos lanzamientos. Y no es solo eso, porque a diferencia de Dead Throne, esta vez si han conseguido que cada tema sea indispensable dentro del disco, que tenga su propia alma, que tenga algo que decirnos.