Hace tiempo que en el underground las aguas bajan bastante revueltas. A rebufo del buen momento que están viviendo géneros como el doom, el sludge y el stoner, o un poco más lejos, las aventuras del black metal en los jardines shoegaze y post, parece que se ha creado una burbuja alimentada por los mismos medios que deberían saber separar el grano de la paja. Pero ya se sabe, el altavoz que ofrece internet no discrimina entre lo interesante y lo de siempre, y resulta fácil caer en la trampa. De ahí que considere personalmente que la labor de los críticos se haya visto afectada y mermada, aunque la leyenda que dice que un crítico es en realidad un escritor fallido también tiene mucho que decir al respecto.
Este problema de exceso de caudal en las aguas underground también lleva a situaciones como las que viven Tractors, un grupo surgido de la Cataluña profunda y agrícola, y cuyo debut País de Rockalla podría ser el disco que los pusiera a todos en su sitio si no fuera por la propia alergia que le tienen sus miembros a cualquier cosa que tenga que ver con la prensa y con dar dinero a gente que vende humo, pero eso es otra historia y ellos mismos deberían poder responder a esta cuestión en la entrevista que complementará esta reseña.
País de Rockalla es, probablemente, la mezcolanza más pantagruélica, gargantuesca, desmesurada y salvaje jamás salida de la mente de un pobre campesino de la Cataluña interior, y seguramente, de cualquier otra parte del mundo: alma stoner, corazón sludge latiendo sangre doom, y genitales folk con los que se hace el amor de manera constante a la tierra, al campo, a trabajar con las manos desnudas y las uñas, con tierra dentro, rotas y cuarteadas. El universo de Tractors es un páramo que parece árido y vacío, sin vida, pero que debajo de la tierra seca esconde semillas que pueden crecer si se tratan adecuadamente. País de rockalla es un disco grower, pero os va a pedir a cambio sangre, sudor y lágrimas. Sacar un riff tan gordo como el que corona la Terròs fàl·lic, Pubilla calenta no está al alcance de cualquiera. Suena a tierra, a raíces envolviendo piedras, a lenguas vernáculas y místicas, a sexo sucio en el remolque de un tractor un atardecer de junio. El bajo, visceral y libidinoso crea la cadencia de unas caderas en movimiento rítmico, y la dolçaina que corona el tramo final es absolutamente gloriosa, la explosión de un orgasmo largamente contenido.
La controversia que va a generar País de Rockalla por su vertiente político-combativa es probable que levante ampollas debido al difícil momento que atraviesan las relaciones entre Cataluña y España. La música siempre ha tenido ese factor político, a veces más o menos evidente, que sólo un connaisseur puede hacer a un lado para quedarse con lo estrictamente musical, pero es indudable que entre el gentío de la calle puede levantar polvareda debido a esa incapacidad para apreciar los detalles verdaderamente importantes. Tractors se posicionan claramente, convirtiendo Préssec Esclafat en el equivalente catalán de Sarri, Sarri de Kortatu. Durante los 17 minutos y 14 segundos que dura dibuja un tapiz cuatribarrado de misticismo pancatalanista, destacando en lo instrumental el solo de timbales repletos de reverb que predomina el tramo central, y el riff de bajo del inicio emulando las notas de La Santa Espina, en un tema que aunque es sludge – en la onda de unos Eagle Twin versionando a EyeHateGod pasados por el filtro de High On Fire – de manual, no duda en adentrarse en los pantanos del doom a la Reverend Bizarre, y cuando el sonido se vuelve más lento, y extrañamente solemne, en el tramo final, se postula como un excelente tema de post-metal.
Por su parte, el folk de Tractors no es ortodoxo. Olvidaos de los paisajes invernales y desoladores del black metal y del misticismo pseudo hippie, ligeramente homosexual y bucólico del indie-folk. Fil·loxera Über Alles huele a tierra recién surcada por un arado, a sudor, al trabajo a veces ingrato del campesino. Tomando por referencia el nombre de California Über Alles de Dead Kennedys, Tractors crean una intrincada sucesión de escalas y riffs que se acercan al prog-rock clásico para luego esquivar su propia sombra y meterse de lleno en la psicodelia fuzz del stoner más kyussiano, con ligeros toques al robot rock de los primerizos Queens Of The Stone Age, pero también a la capacidad espacial de unos Monster Magnet de la época Superjudge.
En cambio, 4 de 9 Amb Folre i Manilles (Guaita com cau l’Anxaneta) se circunscribe en el folclore catalán inspirándose en els Castellers para crear una canción cuya letra versa sobre el esfuerzo colectivo y la fuerza de la unión para conseguir lo que la sociedad se proponga, pero también en los peligros de descuidarse, de perder el equilibrio. Lo abre el sonido de unas gralles tocando la melodía con la que los castellers inician el ascenso, convirtiéndose paulatinamente en una cacofonía que termina con una nota de gralla sostenida durante varios minutos, emulando el coma en el que entra el Anxaneta cuando, tras caerse de una torre, se golpea fuertemente la cabeza. Ahí ya entran en tromba el bajo, la guitara y la batería dando pie a interpretar que nos encontramos ante un tema sludge de manual, aunque con pinceladas de rock sureño en los primeros compases, para luego dejar paso a una guitarra acústica, frágil como el cristal, que dibuja suaves melodías acompañadas por los susurros del vocalista, y enfilando el tramo final con la tormenta previa al momento acústico.
Tractors lo han hecho. País de Rockalla se pasa por el forro de los instrumentos los convencionalismos. Creará polémica su posicionamiento político entre aquellos que todavía piensen de manera cerril y obtusa, también entre los que no saben distinguir un riff sludge de otro doom, pero a nivel musical es posible que se redibujen varios esquemas y tengamos que hablar de nuevos post-géneros, porque sin lugar a dudas, Tractors van a ser el ejemplo a seguir a partir de ahora.