…bajo dos puntos de vista.
El sueño: por remem0rama
Tu coche se queda sin gasolina y apenas salir de la carretera secundaria por la que discurres acabas en un camino polvoriento que lleva un desvencijado y a todas luces abandonado poblado. La única reliquia de actividad comercial recae en una casa con una fachada con un cartel que reza Coñac Oxigenado. Entras en la ruinosa taberna donde los parroquianos, apostados en la barra, son gentes pecaminosas que han “suicidado viejos sueños” y que te observan mientras pides un trago de esa bebida promocionada. Apenas la pruebas comienzas a sentir los efectos, la distorsión de tus sentidos. Los colores comienzan a acidificarse y no sabes bien si el alcohol o la música que te atrapa con unas garras más fuertes que la propia muerte.
Las guitarras descargan riffs con herrumbe y “polvo eléctrico” dejando un regusto de escalas andalusíes sobre una base stoner. Sobre las figuras musicales de un bajo imparable los punteos chorrean psicodelia envolviéndote en espirales que te hacen perder la noción del tiempo. Los endiablados redobles llevan a su culmen la hipnosis. Unas palmas te sumergen en un tablao flamenco y el taconeo que crees haber ejercitado procede de un solo de batería que ha engullido como un agujero negro toda tu atención.
La cadenciosa percusión se ralentiza y en algún lado se escucha el cascabeleo de una serpiente. Acabas de darte cuenta que el bar se ha desvanecido, te sientes en Eterna Soledad al tiempo que una brisa cálida transporta el rumor de guitarras acústicas y vibraciones eléctricas. La tierra comienza a temblar, y comienzas a correr sobre un baldío de plantas espinosas llamadas tagarninas que “te atraviesan las piernas”. “Has recorrido miles de kilómetros” pero sabes que “será el fin de tu existencia”. Apesadumbrados arpegios presagian el apocalipsis, las sacudidas del firme cobran cada vez más tensión y te preguntas “¿qué está pasando?”. Al fin las nubes se abren y percibes la luz de la redención. Ahora entiendes el significado de las cosas. Te lanzas cada vez más liviano, mientras que los solos de guitarra se densifican materializando la comunión del caos y del orden llevándonos a atravesar las puertas de la percepción.
Despiertas, exhausto, con el sabor de la resaca en la boca y no sabes si todo ha sido real o un sueño. ¿Es posible que este disco nos haya llevado a semejante Viaje a 800 pasiones, 800 remordimientos, 800 mundos?
La realidad: por psichoboy
El tercer disco de los andaluces Viaje A 800 nace siendo un disco póstumo de antemano. Tras una carrera de doce años y tres discos, han decidido que su camino debe acabar aquí, en este punto exacto que refleja Coñac Oxigenado. Los que les vienen siguiendo desde aquel lejano split con Los Natas, y los que les descubrieron más tarde, han sido espectadores privilegiados de una de las carreras más sólidas (pausadas) y ascendentes del panorama estatal, y me atrevería a decir de más allá incluso.
Así pues, les hemos visto tejer dunas y desiertos de polvorienta y abrasiva arena, crear surcos en ella con el blues de su primerizo (y repleto de aristas) Diablo Roto Dë. Presenciamos el instante en el que dejaban atrás sus propios pasos y creaban una identidad propia, liberándose de cualquier yugo que les impidiera avanzar firmemente. El versátil Estampida De Trombones era un hito al alcance de pocas bandas, repleto de atmósferas que nos remitían a los misterios de la Semana Santa, y de ejercicios en los que la psicodelia y el rock de cadencia setentera hundían sus raíces en tierras andaluzas.
Con Coñac Oxigenado, Viaje A 800 han dejado atrás cualquier atisbo de duda, si es que existía, y rizan el rizo con su sonido, abarcando con descaro cualquier género que pivote alrededor del rock de origen setentero. Reafirman de manera definitiva su personalidad creando una perfecta simbiosis entre los sabores de su tierra y el hard rock, preñando las guitarras de psicodelia, doom y cadencias progresivas. Los cinco temas que componen el tercer disco de los andaluces contienen tal cantidad de detalles y de paisajes que abarcarlo en una primera escucha resulta imposible. Abren los doce minutos de Oculi Omnium in te Sperant Domine, que transcurren por los caminos de la psicodelia, abrazan el virtuosismo instrumental (el solo de batería es tremendo), y muestran la reinterpretación que ellos mismos hacen del rock andaluz de una manera que sólo se puede calificar como brillante. La intensidad surge con el nervio de la excelente Ni Perdón Ni Olvido, dónde la letra vuelve a mostrar a los Viaje A 800 más descarnados, agrestes y desatados.
La metafísica acústica de Eterna Soledad trae reminiscencias de Luto, de Estampida de Trombones, pero luego se va construyendo en tu oído a base de capas que se van superponiendo unas a otras, como un teclado o una mandolina, dejando que la electricidad domine con intensidad el tramo final. Por otra parte, Tagarnina Blues es una herencia directa de Diablo Roto Dë y su Roto Blues, aquí apuntalado por teclados y unos efectistas coros que redondean el característico recitado del cantante. Cierra brillantemente el disco la versión de What’s Going On de los australianos Buffalo, llevando el hard rock de la original a terrenos que rozan el doom, dejando que las atmósferas propias del género te lleven en volandas durante los catorce minutos que dura.
Y con un disco tan grande nos dejan, quién sabe si hasta pronto o no. Y sería demasiado obvio reivindicarles en una ocasión así, pero es imposible no hacerlo. Por el momento nos quedamos huérfanos de su sonido y de sus escasos pero compactos conciertos. El regalo de despedida es un Coñac Oxigenado que sabe a gloria divina, a despedida por todo lo alto, a un ‘nos vamos, pero nos recordaréis’. Su mejor trabajo, sin ninguna duda, y uno de los mejores discos de rock en castellano que váis a escuchar en mucho, mucho tiempo.